Entre el irrespirable ambiente social, económico y político y la ola de calor que nos fríe sin compasión y que tampoco nos deja respirar bien, los españoles nos levantamos cada día entre miedos e incertidumbres. Parece que la esperanza del gobierno es que nos acostumbremos al sufrimiento y cada día percibimos una nueva vuelta de rosca en forma de subida de precios que nos castiga sin piedad, no es que no lleguemos a fin de mes, es que no llegamos al día 20.
Miramos al gobierno implorando empatía y solo vemos propuestas cosméticas que ni tan siquiera se hacen pensando en el bien común sino en los intereses electorales de unos partidos que, castigados en las encuestas, pretenden recuperar parroquia en base a soflamas y gestos que no nos solucionan nada y evaporan nuestras esperanzas. La situación es insostenible para las economías familiares que hacen equilibrios en el presente y no acaban de ver un futuro. Quizá cuando todo esto pase, que pasará, no quedarán ni restos de aquello que se llamaba clase media, aquella que podía vivir de su trabajo, educar y mantener a sus hijos, llenar su nevera e incluso, con gran esfuerzo, tener unos ahorrillos que se invertían en una vivienda y disfrutar, en definitiva, de una vida razonable sin grandes lujos, pero sin carencias. Este retrato que acabo de hacer, si lo piensan, sería la foto a día de hoy de una familia privilegiada. Agotados los recursos propios, el gobierno propone subsidiar con limosnas a cuanta más población mejor, es la manera de tener el control sobre la vida de las personas que, dependiendo totalmente del estado, se convierten en dóciles ciudadanos temerosos de “enfadar” al gobierno para no perder las limosnas, pasando de vivir a subsistir, de pensar a obedecer. Por eso se persiguen las conciencias críticas en las dictaduras y ahí están Cuba, Venezuela, Nicaragua y muchas otras repúblicas bolivarianas y, mucho me temo, estamos en ese camino. Acabamos de ver un debate del estado de la nación del que el presidente Sánchez y sus socios de ERC y Bildu han salido encantados, la izquierda mediática ha puesto en marcha una campaña muy potente para relanzar a la izquierda y la imagen del presidente.
En su ensoñación, la izquierda pretende decir que la gente no está preocupada por la salvaje inflación que nos arruina, sino por una ley de “memoria democrática” pactada con Bildu o por un acuerdo de amnistía y el referéndum al que aspiran los separatistas catalanes. Sánchez parece obcecado en hacernos olvidar la realidad del día a día con cortinas de humo que ya no engañan a nadie. Igual les da 400 euros a los jóvenes para comprar video juegos que 100 euros a estudiantes de bachillerato o lo que haga falta para engordar la nómina de subsidiados con cargo a las arcas públicas. Es lo mismo que ese impuesto a los beneficios extraordinarios de la banca, desde que hizo ese anuncio las entidades han perdido más de diez mil millones y, siendo así, a nadie le da pena un banco, pero es que no es así. Ese dinero lo han perdido más de seis millones de españoles que tienen un puñado de acciones para completar sus ingresos con los dividendos y las grandes fortunas, sr. presidente, el negocio lo están haciendo gracias a usted porque ellos compran ahora a precio de ganga, ellos pueden esperar, los pequeños accionistas no. Ha hecho usted un pan… ¡con dos tortas!