El presidente del Gobierno se está reuniendo con grandes empresarios de este país para pedirles perdón. Lo cuenta “El Confidencial Digital” que añade que son reuniones que no aparecen en la agenda oficial de Pedro Sánchez. Una agenda que hay que recordar que la ministra portavoz dijo no hace mucho que era “absolutamente transparente”. Lo curioso es que no pide perdón por los insultos proferidos por él mismo en la pasada legislatura ni por los de su portavoz parlamentario, Patxi López, sino por los lanzados esta legislatura y la anterior, supongo, por sus socios de Sumar y Podemos.
Conviene recordar cuando el presidente hablaba de los cenáculos que se montaban en oscuros lugares madrileños y de los señores con puro que se reunían empresarios con la derecha para conspirar en su contra. O cuando desde el mismísimo escaño Pedro Sánchez citaba con nombres y apellidos a algunos empresarios como Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, o Ana Botín, presidenta de Banco Santander, y no precisamente para alabarles su trabajo sino para afearles que protestaran por la imposición de nuevos impuestos a la banca o a las energéticas o por la inseguridad jurídica que crean las políticas del gobierno. “Si protestan, vamos en la buena dirección”, dijo después.
Tampoco hay que olvidar cuando ha hecho alusiones directas a la necesidad de acabar con las vías de elusión fiscal de las grandes fortunas y las grandes multinacionales. O se les llama egoístas y negreros al ganar 100 veces más que sus empleados, que dijo López hace apenas unos días.
Pero la realidad se impone. Ferrovial se marchó de España y podría haber más en lista. Además, las cifras de inversión extranjera han caído a plomo, la inseguridad jurídica es una realidad y el parón de la economía y el empleo está ahí. ¿Le ha visto Pedro Sánchez las orejas al lobo o es una mera estrategia para calmar las aguas, aunque siga adelante con su proyecto de dividir a los españoles en ciudadanos de primera y de segunda, levantar un muro o asaltar instituciones y empresas?