Sánchez y la resurrección de Zapatero

Rodríguez Zapatero ha sido el peor presidente de la historia democrática de España hasta que llegó Pedro Sánchez. El uno inició la deriva populista que el otro casi ha culminado y, si no es derrotado en las urnas el próximo 23J, terminará la faena para regocijo de su antecesor y de los socios actuales del Gobierno. Sánchez, siguiendo la estrategia que le ha marcado Zapatero en la COPE y en otros medios, ha decidido pedir seis o más debates, asaltar, un día sí y otro también, las radios y las televisiones, las mismas que eludió durante los años de gobierno, “entrevistar” a sus ministros en la sede del PSOE, con público afín y sin periodistas que puedan preguntar, para que hablen de lo bien que lo han hecho y todo lo que tienen preparado si ganan. Después de hacer perder las municipales y autonómicas a sus compañeros de partido, protagonizando todo y anunciando cada día una medida nueva para captar votos que no llegaron, ahora ha cambiado la estrategia, aprovechando las lecciones que le da Zapatero: hay que jugar en campos enemigos o, por lo menos, complicados. Hay que buscar el voto perdido. Y Sánchez se ha lanzado. Si no fuera por la estupidez de las derechas, yo diría que cuanto más salgan Sánchez y Zapatero más votos pierde el PSOE y mayor será su caída, porque más se ven sus mentiras y sus trampantojos.
 

Zapatero abrió el camino que Sánchez ha seguido. El expresidente fue quien dijo en 2007 que “la próxima legislatura lograremos el pleno empleo” o que “España está a salvo de la crisis financiera” porque “está en la Champions Ligue de la economía mundial”. Zapatero negó “cualquier atisbo de recesión económica” poco tiempo antes de que Europa estuviera a punto de intervenirnos, y que Rajoy tuviera que poner en marcha un plan de estabilización de las cuentas públicas y adoptar duras medidas económicas. Zapatero es el culpable del conflicto con Cataluña porque prometió aceptar lo que allí se aprobara, aunque fuera inconstitucional, y de aquellos barros vinieron los lodos que persisten.  El Zapatero que se arroga que “bajo mi Gobierno ETA se entregó”, ignorando la labor de todos los demócratas, de las fuerzas y cuerpos de seguridad, de las leyes que pusieron freno a la banda terrorista y que provocaron su asfixia económica, es el mismo que defiende la bondad de dictadores como Maduro e ignora a la oposición y a las víctimas de sus tropelías.
 

Con Zapatero, y sobre todo con Sánchez, se ha impuesto una reinterpretación política de la memoria y, también, de la realidad apoyadas por políticos de escasa formación y gran carga ideológica que quieren acabar con la Constitución del 78 y con la Monarquía y cuyo objetivo último es la secesión de España. El psiquiatra Viktor Frankl, que sobrevivió a cuatro campos de concentración nazis, acuñó el término “optimismo trágico”, según el cual podemos decidir cómo reaccionar ante cualquier acontecimiento negativo. 
 

Zapatero y, sobre todo Sánchez, lo practican a diario, incluso cuando un periodista les pone sobre la mesa las mentiras reiteradas. Zapatero y Sánchez han contribuido, con ayuda de otros, al envilecimiento de la actividad pública por su ideología y por sus compañeros de baile.

Sánchez y la resurrección de Zapatero

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