Santiago Riera, en Bomoble

La galería Bomoble ofrece una muestra de Santiago Riera (Vigo, 1971), que es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y tiene el título de diseñador gráfico por el CENP de Madrid, se ha interesado también por el grabado japonés del “ukiyo-é”, asistiendo al curso “La estética del mundo flotante” en el centro hispano-japonés de Salamanca y su obra ha sido seleccionada para numerosos concursos y llevado algunos premios. Artista inquieto e investigador nato, su trayectoria ha pasado por el surrealismo, el expresionismo abstracto, el pop art... hasta llegar a esta etapa en la  que busca fundamentalmente, los valores plásticos en sí, en una línea que recuerda aquello que proponía Gauguin  “exaltar el color y simplificar la forma”; podemos decir que quiere dar cauce sobre todo a las emociones interiores y expresar una poética con alma. Esto es claramente visible en sus paisajes donde los elementos formales: árboles, agua, montañas y setos aparecen sintetizados en representaciones  de una idealizada y apacible belleza que lleva a la contemplación, muy en línea de la estética oriental; las figuras representadas aparecen así como refinados signos orgánicos unidos por acordes secretos  que participan de la armonía cósmica y de un cierto animismo que tiene bastante que ver con la sensibilidad gallega; pintados en planos de satinadas y exquisitas entonaciones, nos ofrece la delicada visión de enhiestos troncos de árbol azul turquesa, de remansadas aguas azul celeste y  de lisos montes triangulares de color violeta; ofrece, además, en primer plano, el contrapunto, de unas matas negras agitadas por ligeras y picudas grafías quebradas, fronda oscura que, en algún cuadro, se anima con grafismos de color naranja.  Todo aparece sumido  en una quietud atemporal, todo respira calma y paz y lo representado trasciende a símbolo de extática contemplación. Hay otro grupo de obras totalmente abstractas, en  las que predominan  los elementos cinéticos y en las que la mancha cobra protagonismo para traducir una efervescencia de vida agitada, informe, que, en algunos casos puede recordar a las formaciones microbianas.


Estamos ante la pintura del chorreo y del gesto, un tanto en la línea de “dripping”, pero perfectamente controlado por la búsqueda de un equilibrio cromático. Es evidente que  Santiago Riera quiere expresar la agitación de las vibrantes fuerzas expansivas de la naturaleza y del cosmos, ese poder que emana de lo primordial, esa dinámica imparable. El acto de pintar deviene así en alegoría de las energías primordiales; el espacio se hace vago, alusivo, es sólo el fondo oscuro equiparable a la materia negra del universo; y la función del artista es puro dinamismo, proyección de la vitalidad que palpita en estos gérmenes en ebullición. Decía Gaston Bachelard que “ la materia no está en reposo” y Riera, en estos cuadros, nos demuestra, por medio de bullentes signos que la pintura  también vibra en hormigueo de átomos, a los que él articula en composiciones de exquisita armonía cromática.

Santiago Riera, en Bomoble

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