La evidencia delatora de que lo que trama Sánchez es algo repulsivo para una mayoría de españoles es su contumaz negativa, y la orden de silencio a los suyos y sus voceros, a hablar de ello. Estos tres meses pasados desde las elecciones del 23-J se han gastado esencialmente en eso y ese ha sido el gran objetivo. El ir macerando las meninges del personal para que, como es ya practica habitual en el caudillo socialista, acaben por percibir como normal y hasta bueno lo que es una aberración y una pútrida carroña que huele que apesta. Pues verán como les olerá a colonia y se la comerán, y nos la comeremos con patatas, asegurando además que es exquisita y de estrella michelín de la política. Pero para ello es necesario la ocultación, la mentira y el silencio. El silencio del verdugo.
Para ello, la táctica la llevó a su máximo esplendor el nazi Goebbels, aunque los soviéticos, algo mas toscos, no le fueron a la zaga, se fundamenta en el principio de negar y ocultar de inicio el objetivo final, pero ir pasito a pasito avanzando hacia la meta. Una vez que bocado a bocado se ha ido haciendo hacer tragar lo que de golpe hubiera sido rechazado y vomitado, es cuando ya te meten en por el garganchón la rueda de molino y tienes que decir que es tocinillo de cielo.
El repaso de los sucedido desde que este personaje se aupó al poder primero de su partido y luego de España, donde en realidad el voto popular conseguido ha sido el más raquítico de cualquier presidente de nuestra democracia, estas ultimas elecciones incluso las ha perdido y en las primeras no llegó a alcanzar ni los 100 escaños, con menos llegó al Gobierno con la moción de censura, demuestra con claridad su estrategia y su evidente éxito en conseguir su exclusiva meta: conseguir el poder y mantenerlo a cualquier precio.
Hagan memoria. Lo primero fueron sus propias “lineas rojas”. Una, aquella ya olvidada, de que pactaría con la extrema izquierda, con Podemos. De separatistas ya ni hablaba. Pactó con Podemos y aunque en su primer intento no le salio la jugada, siguió su hoja de ruta. Normalizado ello metió en la ecuación, tras negarlo de nuevo, claro, a los separatistas y así logro la moción de censura y luego formar gobierno. Luego fue Bildu el siguiente paso. Eran y son los herederos del terror de ETA, la asesina de sus propios compañeros, de la que no solo no abjuran sino que en sus practicas cotidianas enaltecen. Veinte veces comprometió solemnemente el que jamás lo haría. Ya está hecho y digerido.
Ahora estamos en los últimos tramos. Perdidas las elecciones y en situación más débil no le quedaba otro remedio, para sus intereses, que no por los generales, que rendirse y rendir la nación a los separatistas y autores de la asonada golpista del 2018.