El síndrome Mbappé

En el mundo debe haber, como mínimo, media docena de delanteros tan buenos como Mbappé. Alguno, incluso, mejor si cabe. Lamentablemente, ni unos céntimos de las fortunas que se gastan los grandes equipos en fichar jugadores afamados, algunos de ellos verdaderos paquetes, se emplean en contratar buenos ojeadores. De tenerlos en nómina, detectarían a esos Mbappés desconocidos y se harían con ellos por dos perras gordas.

Si el fútbol no fuera una cosa a la que ha podrido el dinero, ni Mbappé seguiría, por muchos millones que le dieran, en un equipo que no va a ganar nunca ni a tiros la Copa de Europa, ni los madridistas, con Florentino Pérez a la cabeza, se habrían llevado un disgusto tan monstruoso. Es más; éste último no se habría fiado de los sueños infantiles y de las vagas promesas de un chico que termina haciendo lo que quiere su madre, ni habría hipotecado el inmediato futuro deportivo del club al circunscribirlo exclusivamente a la llegada del muchacho, como si un equipo en la cancha fuera uno, y no once. Pero el fútbol es hoy lo que es, y quien no sepa lo que es, no tiene más que echar un vistazo a los jeques esos, o al tal Rubiales, o al propio Florentino, para hacerse una idea.

Ahora bien; en el caso que nos ocupa, las calabazas de Mabppé al Real Madrid en el último segundo del tiempo de descuento, cabría hablar de un síndrome específico del club capitalino que le aboca a desagradables experiencias de despacho, y que uno no sabría qué nombre darle. Si un síndrome es, cual creo, el conjunto de síntomas que conforman una patología, en él habría que meter la obcecación, la arrogancia, el mercantilismo ciego, la ansiedad y, seguramente, una débil capacidad para asimilar la frustración. Al recuerdo vienen, sin ir más lejos, los casos de Anelka y Karembeau en los que dicho síndrome se hizo tan visible. Se revelaron, ya de blancos, como dos tarugos, pero el ansia viva inicial de pillarlos hizo que el club porfiara en su contratación hasta el delirio de la millonada que pagó por ellos. Por Anelka, si mal no recuerdo, 5.500 millones de pesetas de las de hace 24 años.

A Mbappé no han podido comprarlo ni por eso ni por mucho más, por una cantidad tan obscena, porque otro, tocado por lo que se ve del mismo síndrome, lo ha hecho por una más obscena todavía. Claro que en vez de rayarse tanto por el “fracaso”, por la “traición” o por como se quiera llamar al fallido fichaje, podría el Madrid de Florentino optar deportivamente por la cordura y contratar unos buenos ojeadores. Quedan, como mínimo, media docena de Mbappés por el mundo.

El síndrome Mbappé

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