El tablero vacío

Desde la misma noche del recuento electoral del 23 de julio el ecosistema político y mediático vive en una especie de limbo especulativo que impide adelantarse a los acontecimientos en relación con el problema de fondo: la gobernabilidad del Estado. Eso depende de al menos una sesión de investidura del candidato Feijóo (26-27 de septiembre), y probablemente de una segunda con el candidato Sánchez, antes de dar por hecho la formación de un nuevo Gobierno o, su caso, la repetición de elecciones.
 

En los casi dos meses transcurridos desde la jornada electoral el tablero está vacío de elementos verdaderos de la realidad. Ningún razonamiento sirve sin saber quién estará al frente del Ejecutivo en caso de no tener que volver a las urnas. Estamos obligados a abrirnos paso entre la maleza de conjeturas que expresan desaforadamente lo que se desea o lo que se teme en la lucha por el poder. Por un lado, el líder del PP, ganador de las elecciones. Por otro, el del PSOE, favorecido por la dinámica negociadora orientada a lograr la mayoría parlamentaria necesaria para repetir en la Moncloa.
 

Esa ventaja de Sánchez no procede de una convicción acreditada ni de la afinidad ideológica, sino de la insuficiente aportación de su socio (Sumar). La resultante es una audaz operación de compra de siete escaños independentistas controlados por Carles Puigdemont, un fugitivo de la Justicia española, que representa a la derecha y pretende reventar el Estado con la ayuda del Estado.
 

Sobre semejante aberración se multiplican las denuncias de los riesgos de un plan que compromete la supervivencia de la Democracia, frente a las tesis de los diseñadores del plan, que anuncian un dichoso horizonte de fecunda estabilidad basada en ideas progresistas y hospitalarias con los nacionalismos periféricos.
 

Lo que me parece temerario es lo que ha hecho Nadia Calviño en un foro internacional. Dar por hecho ante el mundo que la narrativa de Sánchez y sus balcanizados socios de Sumar, incluida la presunta inevitabilidad de una ley de amnistía, acabará quitándonos la razón a quienes, todavía en esta tierra de nadie, esperamos y deseamos que Sánchez y Puigdemont no se salgan con la suya.
 

El firmante se acoge a las señales de una corriente de resistencia que tiende a crecer. A saber: malestar interno de una buena parte de la familia socialista, movilizaciones de la calle (concentraciones del pasado fin de semana frente a los Ayuntamientos), mayoría absoluta del Senado, informe de los letrados de las Cortes, descoloque de ERC, estupor internacional por el inesperado blanqueo de un prófugo de la Justicia y, ojo, el fuero del diputado, libre de “mandato imperativo” a la hora de votar (art. 67.2 de la Constitución).

El tablero vacío

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