Muchas veces ha repetido en esta columna que el nivel de la política en España no puede ser más bajo. Mediocres empoderados se han colado en las estructuras de los partidos hasta hacerse con los aparatos y en esos núcleos cerrados es donde se decide todo, sustituyendo la democracia por la partidocracia y esto explica muchas de las cuestiones que los españoles no entendemos pero que, al final, tienen una sencilla explicación: los mediocres toman decisiones mediocres, no tienen ningún sentido de estado ni, mucho menos, un proyecto de país viable. Todos sus esfuerzos se dirigen a mantenerse en el poder, partidario o institucional, de ello viven y muy bien y utilizan la política como ascensor social para verse en donde jamás pudieron imaginarse. De aquí surgen corrupciones, enriquecimientos ilícitos, nombramientos inexplicables y en consecuencia desastres que perjudican a la democracia, pero también a la ciudadanía que se ve arrastrada entre tanto desatino a la desesperación porque ve como sus problemas reales no son atendidos mientras la clase política se enfanga en el “y tú más” lanzándose mutuas acusaciones con formas tabernarias. Lo que está ocurriendo aquí, en Madrid, es paradigmático. Isabel Díaz Ayuso es el centro de los ataques de todo el gobierno de Sánchez, uno por uno los ministros y ministras desfilan ante los micrófonos de los medios para insultar sin medida ni piedad a la presidenta madrileña, a la que no perdonan sus mayorías absolutas otorgadas por los ciudadanos. El anti “sanchismo” en Madrid es generalizado, seguramente se ha extendido por toda España, pero el nudo gordiano de este movimiento está, sin duda, en la capital de España. Por eso los socialistas se equivocan cada vez que insultan a Ayuso, sus insultos se traducen en más apoyos a la presidenta quien, sin duda, hoy renovaría su mayoría incluso aumentada. Tuvo la “desgracia” de enamorarse de un hombre que tiene cuentas pendientes con la hacienda pública, contraídas antes de conocer a Díaz Ayuso. Es verdad que sería deseable que esta situación no se produjera, pero es cierto también que el novio de la presidenta no deja de ser un anónimo que tendrá que arreglar sus deudas con el fisco como cualquier ciudadano de a pie. Pero no, del novio de Ayuso se habla en el consejo de ministros, en el parlamento, en el senado y en cualquier institución que exista donde la izquierda tenga representación. Si Ayuso fuera de izquierdas estarían los auto denominados “progresistas” denunciando el machismo que supone juzgar a una mujer por los hechos cometidos por su marido incluso antes de conocerla. Pero la política que tenemos en nuestro país es como es y está como está. Con tal de no hablar de Begoña, de Koldo, de Ábalos o del hermano de Sánchez e incluso del propio Sánchez, cualquier motivo le sirve a la izquierda para lapidar a la presidenta madrileña. Dijo que no va a Moncloa a sacarse la foto con Sánchez y es perfectamente entendible, de quien solo recibe insultos y humillaciones no merece su visita. Esto, créanme, también le da más apoyos en su comunidad porque el ataque es tan desmedido que la han victimizado y los ciudadanos empatizan con ella. Solo Tezanos mantiene fe ciega en Sánchez, es lógico, su sueldo, su chofer y su estatus dependen del dedo de Sánchez. Por el cargo, ¡cueste lo que cueste!