Con ligeras variaciones numéricas, las distintas encuestas coinciden en que el PSOE se ha convertido en el partido más castigado por los electores en términos de fidelidad. Es decir, el que más desencanto genera entre sus votantes. Y para recuperarlos no se le ocurre otra cosa que acusarlos de ser “tontos útiles de la derecha”. Fue el mensaje lanzado por la presidenta del comité federal, Milagros Tolón, en el seno del máximo órgano de dirección del partido reunido el pasado sábado en Ferraz. No parece que sea la mejor forma de convencer a los votantes socialistas que no están en ese 63% dispuesto a seguir apoyando la opción de Pedro Sánchez. O se sea, que un 37% se desmarca hacia el PP (tendencia mayoritaria) o hacia Sumar (los menos), en proporciones que en ningún caso son compensadas por los trasvases en sentido contrario.
Sin embargo, en el discurso de Pedro Sánchez ante las élites socialistas faltó autocrítica y sobró triunfalismo, aun consciente de que su proyecto acaba de ser noqueado en las urnas del 28 de mayo. Peor todavía, aún consciente de que el fin de ciclo en la política nacional ya es imparable. Dicho sea por el derrotismo subyacente en su triunfal relato sobre el “excepcional balance” de la obra del Gobierno. ¿Discurso triunfalista con mensaje derrotista? Exactamente. Eso es lo que quiero decir sin dejar de galopar sobre la paradoja. Pero solo así pueden interpretarse los apremios por recolocar a los caídos del 28 de mayo y a los catorce ministros socialistas (catorce de diecisiete, porque hay tres que se desmarcan voluntariamente) en las listas electorales del 23 de julio, incluso contra el parecer de los dirigentes territoriales del partido.
Derrotismo en el triunfalismo, insisto, porque solo así pueden interpretarse las apelaciones al voto útil en las elecciones del 23 de julio de quienes, solo cinco minutos antes, desertaron del voto socialista en las elecciones del 28 de mayo. No parece lógico que, de la noche a la mañana, con todas las encuestas en contra y un dramático problema de credibilidad personal del presidente del Gobierno, los españoles vayan a reconocerse en el PSOE como encarnación de “la mejor España”. El propio discurso ante un comité federal entregado al sumo hacedor trasladó ese derrotismo a su mensaje más motivador: “La victoria es posible”. Sus llamamientos a “no rendirse” frente el “significativo avance de las fuerzas conservadoras” son una implícita confesión de que vienen mal dadas para el PSOE después de haber perdido prácticamente todo el poder territorial conquistado hace cuatro años.