Nadie diría que un vahído puede revelar la calidad de una persona, y mucho menos de un ministro, pero el que sufrió Luís Planas en la sesión de control al Gobierno, sí reveló algunos aspectos de su personalidad: la buena educación, el pundonor y la honestidad.
Al levantarse de su escaño en el banco azul para responder a una interpelación, Luís Planas, ministro de Agricultura, sintió un mareo que le hizo empalidecer de súbito y le impidió articular palabra. Derrumbado en su asiento durante un par de minutos mientras se recobraba, lo primero que hizo al volver en sí fue pedir disculpas a la Cámara, para, acto seguido y haciendo de tripas corazón, pues seguía demudado, cumplir con la obligación que le había llevado allí, la de responder a lo que le preguntaban, algo relacionado inevitablemente con la causa de su desmayo, el estallido de los agricultores.
En esos momentos, cinco columnas de tractores emergían de las carreteras radiales en dirección al centro de Madrid, hacia el ministerio cuyo titular trataba de explicar las medidas para sofocar el incendio del campo echado a las autovías. Educación y pundonor ya quedaban acreditados en Luís Planas en tan delicada situación, y la honestidad, en el propio jamacuco.
Acostumbrados a la impostura en la política, a políticos fríos que a la legua se ve que no creen ni en lo que dicen ni en lo que hacen, y que no parece afectarles cuanto sucede más allá de sus ambiciones, no puede dejar indiferente ese desmayo de un ministro en una situación que es, en puridad, para desmayarse. De ataque de vértigo se ha calificado el episodio que sufrió, pero bien pudo ser, más bien, de pánico o de ansiedad, o de los tres juntos, lo cual establece, en todo caso, la medida en que Luís Planas se siente concernido por la situación y, en la medida de su poder de acción, responsable.
Luís Planas tiene 71 años, cualquiera que eche un vistazo a su curriculum verá la tralla que lleva en puestos de responsabilidad, y según terminara en el Congreso la sesión de control, saldría pitando para la reunión de ministros de Agricultura de la Unión Europea. No es raro que le diera un soponcio, pero a otro seguramente no le habría dado. Un vahído ha revelado que Luís Planas es persona, y eso le faculta, si se cuida un poco, para socorrer al campo en su laberinto.