Reportaje | A Coruña recuerda con una misa el paso de Elcano por la ciudad antes de morir en el Pacífico

El navegante y explorador Juan Sebastián Elcano estuvo alojado en el convento de los franciscanos antes de zarpar hacia las islas Molucas. La expedición completaría la segunda circunnavegación del mundo si bien el vasco falleció durante la travesía
Reportaje | A Coruña recuerda con una misa el paso de Elcano por la ciudad antes de morir en el Pacífico
Santiago Juega frente a la iglesia de San Francisco

El siglo XVI fue, con toda probabilidad, el periodo en el que más despuntó España a nivel mundial. No solo porque se erigió en la superpotencia del momento, con un imperio gigantesco que abarcaba los cinco continentes, sino también por el desarrollo del arte, las letras y el pensamiento españoles, que cristalizaron en el Siglo de Oro, representado por genios como El Greco, Lope de Vega o Miguel de Cervantes. 


Fue también en esta época cuando surgió la primera globalización, iniciada por el Imperio español gracias a dos importantes acontecimientos: el descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón en 1492 y la circunnavegación del globo, dirigida por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano entre 1519 y 1522. Ambos hechos tuvieron un impacto tremendamente significativo en todo el planeta a nivel cultural, comercial y político. 


Pero lo que poca gente sabe es que A Coruña jugó un papel esencial en este proceso que marcó un antes y un después en la Historia. Según recuerda Santiago Juega Puig, autor de la obra ‘Periplo al Maluco. La Casa de Contratación de Especiería de A Coruña, 1522-1529’, la expedición que lograría la segunda circunnavegación del mundo partió de la ciudad herculina el 24 de julio de 1525 con García Jofre de Loaísa al mando y numerosos coruñeses a bordo. El objetivo era alcanzar las islas Molucas o de las Especias, en la actual Indonesia, famosas por ser las únicas  en las que se podía encontrar nuez moscada. 


“El piloto mayor era el propio Elcano, quien tuvo que pasar bastante tiempo residiendo en A Coruña para organizar la importante armada compuesta por 450 hombres y siete naves”, expone Juega. “Es probable que durante esa estadía se hospedara en el convento de San Francisco, al borde del mar y fuera de murallas”, continúa el escritor. De hecho, la devoción y afecto del navegante vasco hacia los franciscanos coruñeses fue tal que en su testamento dispuso que los frailes del monasterio celebrasen “una misa de Concepción cada día e tuviesen cargo de rogar a Dios por mi ánima, e de todos cuantos en esta armada veníamos”. Además, antes de partir hizo escritura con un notario de la ciudad para donar a los religiosos 60 ducados (unos 11.700 euros) a la vuelta del viaje.


Sin embargo, Elcano no pudo ver concluida la misión, ya que falleció en algún punto del Pacífico el 6 de agosto de 1526 debido, indica Juega,  a la posible combinación de dos enfermedades: el escorbuto (muy habitual en los marineros) y la ciguatera, provocada por el consumo de las toxinas de ciertos peces tropicales. La expedición fracasó y los 17 marineros que lograron sobrevivir llegaron a Lisboa tras innumerables periplos en 1536, once años después de zarpar de A Coruña, completando así la segunda circunnavegación.


El recuerdo de Elcano quedó prácticamente borrado de A Coruña (“no hay ningún monumento ni estatua en su honor en la ciudad”, señala Juega) pero, ahora, gracias al trabajo de investigación del escritor, el próximo 6 de agosto se celebrará una misa conmemorativa “por el alma de Juan Elcano” en la iglesia de San Francisco, en el Paseo de los Puentes, a las 20.00 horas, a la que podrán acudir todos los que así lo deseen. “Va a ser la primera que se haga casi 500 años después de su fallecimiento”, apunta Juega con satisfacción. 


A pesar del poco éxito de la expedición, no todo fue negativo, pues entre los supervivientes se encontraba un joven Andrés de Urdaneta, quien más tarde fue el descubridor de la ruta a través del Pacífico desde Filipinas hasta Acapulco, conocida como ‘tornaviaje’. “Gracias a sus viajes, Urdaneta comprendió o intuyó que, al igual que existen vientos cíclicos en el Atlántico que giran en el sentido de las agujas del reloj y que parar ir en un sentido hay que navegar por latitudes bajas y para ir en el contrario hay que hacerlo por latitudes altas, lo mismo tenía que ocurrir en el Pacífico”, explica Juega. Este descubrimiento supuso el establecimiento de la ruta Galeón de Manila, que permitió traer a Europa mercancías valiosas de los países asiáticos como sedas, porcelanas o té, lo cual tuvo un gran impacto en la economía mundial. 

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