Dolorosa derrota de un Cerceda frustrado por un rival superior –el Logroñés– en la ida de la primera eliminatoria de la fase de ascenso a Segunda División B. Pese a que Granada adelantó al equipo de Lemos, el conjunto riojano se encontró con un partido a medida, de contacto y muy físico, y no solo remontó sino que acabó goleando.
Qué fácil resulta analizar a posteriori, cuando ya ha sucedido, cuando no hay marcha atrás, cuando mejor se ven los errores. Pero no me queda otra. Eché en falta un Cerceda dominador, un Cerceda que le diese sentido a jugar en un campo tan ancho como O Roxo, un Cerceda que elaborase ataques más largos, un Cerceda que no se sintiera intimidado por la presión alta del rival.
El Cerceda de Lemos se hizo llamar Cerceda de Lemos por su estilo combinativo, por la salida de balón preparada y arriesgada, por la presencia de jugadores en campo contrario, cerca del área contraria, por la presión en bloque en cualquier parte del terreno de juego. Ayer lo hizo durante diez minutos. A partir de ahí, con 1-0 en el marcador, o no pudo más, o no quiso o, simplemente, no se lo permitió el Logroñés. El equipo riojano, superior físicamente al Cerceda, planteó un partido directo. A ninguno de los jugadores de su línea defensiva le interesaba tener el balón en su poder. Eso sí, los cuatro más avanzados sabían qué hacer con la pelota. Vaya si sabían. Rubén Peña, el máximo artillero del equipo, expuso en algo menos de 90 minutos su lista de recursos (no solo el gol, que también); Candelas, el que tenía menos gas físicamente (primer cambio), lo suplió con competitividad y buenos detalles técnicos. León, veloz en la banda derecha; y Domínguez, rápido y con mucha calidad en la izquierda; fueron los protagonistas del gol del empate. El primero centró muy tenso, tras desbordar a Juan, para que el segundo cabecease a la red. El denominado gol psicológico se originó, en esta ocasión, 15 segundos por encima del minuto 45.
El Logroñés se fue al descanso con un empate (1-1) porque en el primer minuto, nada más empezar, Herbert sacó una falta lateral desde el costado derecho que Granada cabeceó en el balcón del área pequeña. El único remate entre los tres palos del Cerceda en el primer tiempo.
¿Por qué no fue capaz de generar más situaciones de gol el Cerceda? No estiró el campo. Facilitó la presión de un Logroñés que concentraba un grueso de futbolistas en un determinado costado para asfixiar la circulación de balón de un Cerceda que no utilizó los cambios de orientación para anular el trabajo defensivo del rival.
Desde la media hora, el partido dejó una sensación: el Logroñés, tanto en las disputas como en la presión, era superior físicamente. Entonces, ¿por qué entró en ese juego el Cerceda? ¿Por qué era tan extremadamente corta la duración de su fase ofensiva? ¿Por qué no apareció más la figura de Pablo Rubio, el –en teoría– mediocentro encargado de aportar soluciones en la salida de balón? Durante algo más de una hora se jugó el partido que quería el Logroñés que también era el que menos beneficiaba al Cerceda.
MAZAZO
Si acabó mal el primer tiempo, peor empezó el segundo. El lateral izquierdo visitante, Laencina, probó a Diego aprovechando el viento a favor en una falta lejana. El portero de Cambre desvió a córner y ahí nació el 1-2. El Cerceda, que defiende esa acción a balón a parado con los diez jugadores de campo en el área, permitió que Rubén Peña, la pieza más peligrosa del Logroñés, rematase ¡con el pie!
Más cuesta arriba se puso el partido y, lo que era peor, la eliminatoria con la expulsión de Javi Angeriz superado el cuarto de hora del segundo acto. Agarró al delantero rival dentro del área pequeña y el árbitro, que le enseñó la segunda tarjeta amarilla, pitó penalti. Laencina hizo el 1-3 con un disparo al centro.
Granada, el mejor jugador (el más vivo, el más competitivo, el más consecuente) del Cerceda en la primera parte, ‘expulsó’ a Alberto Gil. Provocó la segunda amonestación del mediocentro riojano y, siete minutos después de la salida de Angeriz, el partido se igualó numéricamente. Antes, el árbitro no se atrevió a señalar un penalti a Herbert.
Lemos se quedó con una línea de tres defensas (Peque, Caridad y Juan) y jugó con cuatro delanteros (Herbert, Brais, Dani y Cano). Lógicamente, el partido se descontroló. El Cerceda se empecinó en las acciones individuales de Herbert, abierto en la banda derecha, pero sus conducciones hacia dentro se obstaculizaban con las ayudas de los centrocampistas riojanos.
El Logroñés, un equipo serio, contundente, bueno en las acciones a balón parado y con las ideas muy claras, sentenció la eliminatoria a falta de tres minutos para el final en una conducción kilométrica de Villar, que había entrado de refresco.
El Logroñés, un equipo que, sobre lo visto en O Roxo, se adapta a partidos de eliminatorias, frustó a un Cerceda que no se encontró y que, aún encima, sufrió mazazos con los goles visitantes en momentos que le hicieron mucho daño.