Iria Prendes estará el sábado a las 20.00 horas en el Ateneo Xosé Tarrío para contar trece años sobre el sillín de una bicicleta. La arquitecta de interiores es, sin embargo, una amante de todo lo que brota en el exterior, de la natura que cambia el telón de fondo por el que pasa y del ritmo que imponen las dos ruedas, calmo y muy distinto al que mueve el mundo. La coruñesa decidió montar en bici porque, en realidad, le gustaba tanto viajar que después de salir de la facultad se interesó en hacerlo aprendiendo de lo suyo con becas en el extranjero.
Así fue como llegó a Sudamérica. En Estados Unidos mejoró su inglés y se estableció más tarde en Dinamarca. Después en Italia y vuelta a Sudamérica, donde Argentina le abrió la puerta a su creatividad: “Antes pensaba que viajar era muy caro y que tenía que ser multimillonaria o trabajar en una multinacional”, pero no. Fue en el país danés donde adoptó a la bicicleta como animal de compañía, un elemento fijo dentro de su kit de supervivencia en esa forma de entender la vida en movimiento porque "una vez que sales, haces contactos y se te abre un mundo y el tuyo queda muy pequeño.
Cuenta la cicloviajera que de Argentina, eligió Córdoba. En esta ciudad entró en militancia “dentro de una asociación. Empezó mi biciactivismo” y tras un tiempo con un contrato estable, cogió a su amiga por banda y se puso a recorrer el continente.
Partió de un lugar llamado Florianópolis en Brasil y pedaleó: “No lo viví como un momento de ‘rompo con todo’” porque por aquellas era una viajera mochilera y “ya montara y desmontara casas”. Dice que es más bien una manera de combinar viajar con trabajar y disfrutar: “Me gusta el trayecto, toparme con gente local y de que todo no marcha como lo pensaste”. Por el medio, pasan cosas.
Cree que la bici acerca a la gente, “es empática”, tanto que los que la usan suelen usarla contentos: “Les sale una sonrisa” y quien no lo hace, “se acuerda de una época feliz”. Viajar con manillar es un punto añadido para esta vecina, que ve que su ciudad está poco adaptada a su vehículo favorito. Falta arriesgar por parte del Ayuntamiento para convertirla en transitable: “Lo que están haciendo son parches y la gente se queja de que la gente utilice las aceras, pero a 80 kilómetros por hora como van los coches por algunos viales, yo no tenga destreza para circular por ahí”. Iria cree que la vida es mucho más agradable a menos velocidad cuando “sientes el viento y escuchas a los animales, vas cerca de la naturaleza y también sufres las ciudades, te pones tensa y aparecen los semáforos”.
A Prendes le apasiona la aventura. Es scout desde los nueve años y quizá por eso no entiende la vida sedentaria. De Brasil, llegó a Uruguay y también a Paraguay y siguió recto cuesta abajo hasta tocar Ushuaia, la ciudad más austral del mundo.
Ahora lleva un tiempo en A Coruña, pero ya piensa en el siguiente: “Hay tantos sitios, estoy pensando”. Y mientras, comparte su experiencia en su blog Una vida nómada o en el grupo de Facebook Soy cicloviajera, donde hay otras 1.600 como ella, todas mujeres: “Es la primera comunidad de cicloviajeras de habla hispana”. Iria cree que en esto de viajar en bici, las mujeres lo viven distinto. Se paran en las pequeñas cosas y no importa la hora que es. Tampoco el tiempo empleado: “La forma de pedalear no es la misma”. Y, entre tanto, recomienda ir por la costa de Pontevedra a Oporto. Tres días son.Tres días nada más.