Un toque de corneta y los primeros golpes de tambor anunciaban a las once de la mañana el inicio de la procesión de la Borriquilla. Los más puntuales se colocaban sobre las aceras del entorno de la plaza de Vigo y comenzaban a formar el pasillo que minutos después atravesaría el paso que representa la entrada de Jesús en Jerusalén.
Las ramas de olivo de entonces eran ayer ramos de laurel y las largas palmas, pequeñas láminas rizadas con las que jugueteaban los niños a la espera de que la imagen pasase por su lado.
La banda de la Orden Tercera abría una marcha con aire festivo en la que los cofrades de Nuestra Señora de la Soledad y el Santo Entierro, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Rosario o de la Divina Pastora –organizadora de la procesión– marcaban el paso junto a los portadores de los estandartes con la representación de la Borriquilla, niños vestidos de hebreos antiguos, las meigas infantiles y una representación de la corporación municipal encabezada por el alcalde. Los saludos y las sonrisas eran inevitables en un recorrido en el que los ramos competían con las cámaras de fotos.
Los braceros llevaban a hombros el paso, que desde la iglesia de los Capuchinos se abría camino hacia el centro de la plaza con una cadencia suave, al ritmo que marcaba la banda de cornetas y tambores de la Cofradía del Bendito Cristo de los Afligidos de Astorga. Junto a los que aguardaban con los ramos y las palmas en alto, la mañana de domingo seguía su rutina habitual para los niños que se entregaban al balón y a los triciclos en uno de los fondos de la explanada.
Una vez rodeada la Borriquilla de fieles, el párroco de la Divina Pastora roció con agua bendita los ramos en un rito que casi de forma simultánea se repetía en numerosas parroquias de la ciudad. Las iglesias de María Auxiliadora, Los Rosales o San Jorge celebraron también sus procesiones.
El Domingo de Ramos dejó el aire triunfal del mediodía para entrar de lleno en la Pasión a media tarde. La procesión del Eccehomo cautivo, organizada por la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Entierro, recorrió el centro desde el templo de la Orden Tercera hasta la Ciudad Vieja con las imágenes de Jesús preso y de San Juan.
El paso principal, que cerraba la marcha, es uno de las más apreciados por los fieles coruñeses, en parte por su espectacularidad. Decenas de ellos volvieron ayer a sobrecogerse al verlo pasar por las calles al caer el sol. Y alguno le mostró su devoción entonando una saeta.