La Guardia Civil califica de “peligrosos” a los secuestradores del maderero de Cambre y en concreto destacó a los acusados José Manuel M.P. y Jesús M.P.
Respecto a estos procesados, confirmó que este último era el “cerebro” del secuestro y el que dirigía “todo”; mientras que su hermano José Manuel era el encargado de “custodiar” a la víctima mientras era retenido.
Además, los agentes subrayaron ayer, durante la vista que se celebra en la Audiencia de A Coruña, que el matrimonio dueño de la finca donde se encontraba el cobertizo, y procesados por estos hechos, eran “conscientes” de que allí había una persona “con una capucha en la cabeza”, tal y como ellos mismos le trasladaron. Sin embargo, este matrimonio alegó en el juicio que fueron “engañados”.
En sus respectivas declaraciones, los mandos de la Guardia Civil, que calificaron de “chulesca” y “desafiante” la actitud de los acusados, reconocieron que los procesados realizaron un seguimiento a la víctima antes de cometer el secuestro.
Por su parte, respecto al cobertizo de la finca de Lalín donde estuvo retenido cinco días el empresario, la Guardia Civil tacha el lugar de “inhabitable” y “sucio”.
“Era una cuadra de cerdos. Era lamentable para cualquier persona”, apuntó uno los agentes, que confirmó que el sitio era “reducido” y que hacía “un frío tremendo”.
Los guardias civiles que pasaron coincidieron en destacar que el cobertizo, situada a “escasos” metros de la vivienda principal donde residía este matrimonio, tenía “cerraduras”, lo que desmiente lo manifestado por los acusados, que aseguraron que la caseta no contaba con ningún tipo de cierre.
amenazas
Por su parte, la esposa del empresario maderero secuestrado en Aranga declaró en el juicio reconociendo haber sido “amenazada” por el presunto cabecilla en las llamadas telefónicas y los mensajes de texto recibidos. En una de estas llamadas, el cabecilla le advertía: “Paga o si no la próxima vez te voy a mandar los dedos”.
En su declaración la mujer explicó que ese día su marido acudió a ver una madera, a pesar de que “no le gustaba” la manera en la que esas personas se la querían vender.
En un primer momento, pensó, dijo, que se trataba de una “desaparición”. Según relató, la primera llamada de los secuestrados la recibió el padre de la víctima, y en ella le dijeron “tenemos a Abel, por la tarde está libre. Esto fue una equivocación”. En los días siguientes los secuestrados llamaban y enviaban mensajes de texto exigiéndole el pago de los 70.000 euros.