Entre tazas de ribeiro y tapas, “unas frías y otras calientes”, articula el periodista Emilio Quesada un repaso por parte de la historia de nuestra ciudad, que albergaba, y alberga, numerosas tabernas.
Desde el “famoso”, y ya desaparecido, bar Órdenes, hasta Casa Enrique, al que Quesada ya dedicó un libro en el pasado, pasando Casa Ponte o La Bombilla, “en fin, muchas tascas”, y de “casi todas”, tiene una anécdota.
Ayer llenó de recuerdos el Sporting Club Casino con una conferencia en la que repasaba todos estos lugares. Todos ellos con algo en común, “eran visitados por peñas que bebían ribeiro, se desplazaban, de tasca en tasca, buscando el mejor vino del momento”, señalaba Quesada.
Algunas peñas cantaban, como la de Monterroso, “y lo hacían muy bien, habían ganado un concurso de canciones típicas de Radio Nacional”, cuenta el periodista. Porque en las tabernas coruñesas se permitía cantar, “siempre y cuando se cantase bien”, afirma entre risas Quesada.
Algunas de las tabernas que recordaba ayer Quesada en el Casino todavía siguen abiertas. “Hay una muy famosa en la avenida Fernández Latorre, O’lionardo”, señala, pero recuerda otros como La Bombilla, aunque reconoce que “quedan pocos de aquellos tiempos”.
Como se hace notar por el hecho de haberle dedicado un libro, “mi favorito era Casa Enrique”, donde se daba cita “la peña de intelectuales de los años 50, 60”, como Urbano Lugrís, González Garcés o Arturo Lea, “había de todo allí”, señala entre risas. Pero era también un lugar “donde se aprendía mucho, porque el contacto con toda esta gente te daba una cultura añadida a lo que habías aprendido en los libros de texto, yo allí supe por vez primera quien era Miguel Hernández, que estaba silenciado en los libros de literatura, supe también quien era Alber Einstein, supe de todos los ismos... se aprendía mucho”, relata Quesada.
Vivienda y horarios
A través de las tabernas también establece una relación con la evolución de la ciudad y como ha cambiado ésta. “La gente vivía, más o menos, en Ciudad Vieja, Pescadería y Ensanche, todo el mundo se conocía, coincidía a menudo y era más fácil conectar”, recuerda el periodista, antes de añadir que, ahora, “todo el mundo vive desperdigado, porque hay pocos que puedan vivir en el centro”.
Los horarios también, “antes era jornada partida” y la de mañana acababa a la 13.30 horas, “la gente tenía tiempo de ir de tazas y comer después”. Hoy día “sale a las 15.00 y va disparado a casa, ha cambiado mucho”, sentencia.