La investigación sobre la desaparición en A Pobra de Diana Quer avanza sin que por ahora se pueda pasar de meras hipótesis sobre lo que le pudo pasar a la adolescente madrileña, pues por el momento no hay nada firme que pueda dirigir a los responsables de lo que le sucedió. De hecho, dentro de las líneas que investigación que están abiertas se está trabajando sobre la posibilidad de que, en el momento en que se arrojó su teléfono móvil desde el viaducto de la Autovía do Barbanza a la ría, en la zona más próxima a Cespón, la hija mayor de Juan Carlos Quer y Diana López-Pinel ya no fuera dentro del vehículo en el que supuestamente se subió en el entorno del puente de San Antonio, en la villa pobrense, de regreso a su casa de veraneo en el lugar de Cabío, en la parroquia de O Xobre, desde hace unos 13 años.
Se apunta a que Diana Quer pudo llegar a subirse en el coche de un conocido, ya fuese porque unas horas o momentos antes quedaron en juntarse o bien de manera improvisada al coincidir en ese lugar de A Pobra, y que luego le pasó algo a la muchacha de Pozuelo de Alarcón. Tampoco está descartado que se tratase de alguien al que ella no conociera y que se subiera al coche de manera voluntaria -quienes la conocen la describen como muy confiada- o bien contra su voluntad. A partir de ahí, se trabaja sobre la idea de que algo se torció y que la joven pudo tener un trágico final.
En relación al iPhone 6 de esta adolescente se apunta a la posibilidad de que, tras deshacerse de ella entre A Pobra y Boiro, decidieron arrojar ese teléfono móvil a la ría desde el viaducto para destruir pistas que pudieran servir a los investigadores de la Unión Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil para descifrar lo que le sucedió aquella madrugada del pasado 22 de agosto en que se la perdió de vista. El hecho de que se apunte a que el dispositivo móvil de Diana Quer se enganchó a la antena repetidora de Taragoña instantes antes de las tres de aquella noche no quiere decir que estuviera siempre allí, sino que se pudo estar moviendo en ese radio de acción de entre 7 y 8 kilómetros, y que pudieron aprovechar ese tiempo hasta que finalmente lo tiraron bajo el viaducto de la AG-11.
Cabe recordar que en torno a las cuatro y cuarto de aquella noche ese dispositivo recibió una señal de búsqueda desde el repetidor y ya no respondió, por lo que se cree que a esa hora ya estaba bajo el agua y entre el fango, donde lo halló accidentalmente un mariscador de la Cofradía de Rianxo cuando extraía bivalvo de la zona referida en la mañana del pasado 27 de octubre.