Lleva desde el pasado julio completando el tratamiento psicológico y alimenticio de los usuarios de ABAC (Asociación de Bulímicos y Anórexicos de A Coruña). El licenciado en Ciencias del Deporte, Martín Fernández, es parte del equipo que trabaja por ponerle un freno al trastorno alimentario de los pacientes.
Su puesta en escena tiene lugar una vez ya ha superado la fase aguda y la recuperación pasa por fortalecer esa masa muscular y ósea perdida cuando el deporte puede ser amigo, pero también el más falsos de los enemigos. Y es que los clichés son a veces malos consejeros para personas con déficit calórico, que se cobijan en una práctica deportiva hasta sobrepasar los límites recomendados.
De esta forma, Martín “prepara al paciente” solo cuando este se ha estabilizado psicológicamente. El deporte se presenta así como un complemento más que ayuda a despejar la mente y permite que esos huesos debilitados recobren fuerza: “Normalmente se concibe el deporte como una pachanga de fútbol con los amigos o un método para adelgazar”.
Sin embargo, es capaz de canalizar las emociones y esto lo convierte en una ficha clave para los afectados que acuden al centro: “Hay que estudiar bien cada caso porque incluso dentro de los anoréxicos y bulímicos, cada enfermo es un mundo”.
Entre los asociados, están los que la relación con la actividad física es nula o prácticamente cero, a los que se les hace ver los beneficios de estar en forma, y los que abusan de ella, algunos con el diagnóstico del trastorno de la vigorexia en mano. Con estos últimos ya ha trabajado Martín en el gimnasio antes de poner un pie en la asociación.
El especialista señala que su trabajo en ABAC es más un aprendizaje que un programa cerrado con una tabla de ejercicios y aunque las instalaciones están dotadas con equipamiento para que muevan el esqueleto, “el objetivo final es que ellos sean autónomos y que la relación mental y física con el deporte sea positiva”.
En el caso de la anorexia, se tiene en cuenta el Índice de Masa Corporal (IMC), que cruza las variables de talla, peso y altura. En el momento en que los enfermos pasan lo peor y ganan peso, entra en juego la labor de Martín que se encarga de complementar este logro mejorando la densidad ósea, normalmente por debajo de los parámetros pautados.
Para ello, recomienda realizar un trabajo de fuerza con mancuernas y entrenamiento en suspensión. Lo importante es regular el gasto calórico del paciente. En general, el experto indica que las personas que trata suelen tener una relación con el deporte por encima de lo beneficioso: “Se lo plantean como una forma de canalizar la ansiedad” y, al final, el ejercicio quema más pilas que lo que genera la comida. El afectado sufre una descompensación y la báscula lo traduce en un número.
A este tipo de enfermos, se les da alternativas para que reduzcan tiempos y ritmos: “Hay pacientes que evolucionan bien y ya pueden ir a un gimnasio siguiendo las pautas recomendadas”. Después están los que todavía necesitan un control y a los que Martín guía personalmente en las salas de ABAC. El entrenador asegura que los mensajes erróneos transforman el deporte en el peor aliado: “Por ejemplo caminar. Es bueno si se hace con moderación, depende de las circunstancias puede ser negativo”. Desde el verano, cuatro usuarios han recibido una orientación: “Estamos consiguiendo muy buenos resultados a nivel mental y físico”.
Y es que ya se sabe, “mens sana in corpore sano”. En ABAC, son conscientes de ello. Por eso, junto con los dos psicólogos, un psiquiatra, un nutricionista, los educadores sociales y los terapeutas, la figura del preparador físico es el mejor de los fichajes de 2016.