Perdió el partido, no la fe

Perdió el partido, no la fe
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Se decía del Silva que, en su etapa en Preferente, no hacía buen fútbol, que basaba su juego en la intensidad –en factores alejados de la creatividad–. Una plantilla salpicada de buenos peloteros ascendió a Tercera División –por primera vez en la historia– exprimiendo sus opciones más remotas. Ayer se apoyó en una de las cualidades que le hizo crecer vertiginosamente en muy pocas temporadas –la fe– para, unida a la perseverancia, luchar por un punto que otros darían por perdido. El Sanxenxo ganó (3-4) en Meicende pero ni lo mereció ni se lo creyó hasta que el árbitro pitó el final.
El Sanxenxo es, como el Silva, otro recién ascendido. Tiene velocidad –mucha velocidad– en ataque. Hugo, primero en la mediapunta y después en la derecha, fue el futbolista más desequilibrante del partido, pero Dani Muradás y Rubén se mostraron incisivos por fuera. Ramón también aporta lo suyo en la punta del iceberg y completa un cuarteto que, como esté inspirado, se la puede liar a cualquier rival (que le pregunten a Cerceda o Pontevedra). En cambio, defensivamente, el equipo de Pacho Oliveira pierde muchos enteros. Ni saca bien el balón, ni es contundente defensivamente. El Sanxenxo es un equipo que hace daño y que está expuesto a que le hagan daño.
Una internada de Hugo (min.15) por la banda derecha provocó, tras rebasar a Chiki, un centro raso con el que el balón llegó hasta el segundo palo, donde apareció Rubén para superar (0-1) a Manu. El Silva no solo sufría por fuera. Cinco minutos después, un balón centrado y colocado a la espalda de los centrales locales (César y Migueliño) habilitó a Ramón para que anotase, frente a frente con Manu, el 0-2.
El Silva se animó a dar la cara en el partido. Un par de centros de Marcos desde la izquierda sin remate de Movilla por centímetros evidenciaron que el Sanxenxo tenía puntos débiles. Uzal, a centro de Chiki, remató solo en el segundo palo con el interior de la derecha, pero el balón se fue por encima del larguero. Carlos Rey disparó desde la frontal muy cerca del palo, pero fuera.
Para colmo, en la última llegada del Sanxenxo de la primera mitad, el Silva no acertó a despejar en un par de ocasiones y la pelota quedó muerta en el borde del área pequeña. Manu se ganó su primera amonestación derribando a a Hugo y este le ganó la partida desde los once metros colocando el cuero a su derecha. Descanso (0-3).
Daba la sensación, presenciando los primeros minutos del segundo tiempo, de que el partido estaba totalmente sentenciado. Ramón tuvo el 0-4, pero su disparo, tras centro de Hugo, se encontró con el palo. El árbitro anuló (minuto 54) un gol a Hugo por un fuera de juego dudoso.
Bardanca agotó sus cambios: Matías entró por Xoel (lesionado) ya en la primera parte. Álvaro por César tras el descanso (Uzal pasó a jugar de central) y el último fue el de Naya por Carlos Rey, con más de media hora por delante.
Un centro con la zurda de Marcos provocó el mal despeje de Tinaia. El central del Sanxenxo colocó el balón en el fondo de su propia portería. Con el 1-3, el Silva sufrió un nuevo mazazo. En el minuto 69, Manu recibió la segunda amarilla por un encontronazo con Diego. Sin la posibilidad de otro cambio, Marcos pasó a jugar de portero los últimos 20 minutos. Lejos de hacerle fácil su nueva y corta vida bajo los palos, Migueliño cedió un balón tan inocente como sabroso para el Sanxenxo. Hugo interceptó y marcó el 1-4 a portería vacía.

cuestión de fe
Fue entonces cuando, lejos de tirar la toalla como harían muchos otros equipos, el Silva apostó todo lo que tenía a su condición identificativa: la fe. Creyó en el 2-4 y llegó: centro de Chiki desde la izquierda y cabezazo de Movilla. Creyó en el 3-4 y también llegó: centro-chut de Kata (el mejor a todos niveles), también desde la izquierda, y cantada de Vila después de que rozase Movilla. Creyó en el 4-4 y... No llegó porque dios no quiso, porque Matías, totalmente solo en el segundo palo tras un desesperado centro de Uzal (una vez más desde el costado izquierdo) fusiló a las manos de un Vila que enmendó su error anterior. Y el Silva perdió: el partido, no la fe, su fe.

Perdió el partido, no la fe

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