Quizá el equipo de la película
“@buelos”, que se estrena el 11 de octubre, haya descubierto un nuevo modelo de interacción con uno de sus públicos potenciales. Por expresa decisión de los impulsores de la cinta esta ha saltado de la gran pantalla para destapar una problemática social mucho más olvidada que la del desempleo joven: “La gente mayor de 50 años que ha sido expulsada” del mercado laboral, dice su director, Santiago Requejo. Para intentar darle una nueva oportunidad a esos parados, ayer recaló en la ciudad la gira Nunca es tarde para emprender, gracias a la que alrededor de una veintena de personas hicieron un casting para los premios que se han creado a partir de la película con la colaboración de compañías como Endesa.
El director de los premios, Fernando Lallana, contaba ayer que al ver el resultado final de la película en la que salen actores como Carlos Iglesias o Mercedes Sampietro, pensaron que el mensaje no se podía quedar ahí. “Quisimos lanzar a la sociedad la reflexión de por qué no estamos aprovechando el talento, el conocimiento y la experiencia de los mayores”, comentó.
Por eso, se pondrán en juego tres premios de 15.000, 10.000 y 5.000 euros –entre los mejores proyectos que se presenten en España– para ayudar a sacar adelante o impulsar una idea de negocio. Con este atractivo y muchas ganas empezaron ayer las grabaciones en Centro de Empresas Accede Papagaio.
Retornados con iniciativa
El primero en llegar fue, aparentemente, un empresario jubilado que en su discurso ante las cámaras quiso dejar bien claro que “puedes tener tecnología pero si no tienes entusiasmo el negocio no funcionará”. Como eran más de 15 las personas que querían participar se les citó cada 15 minutos pero cada propuesta (y cada historia, como también supo ver Requejo) da para mucho más, como demostraron tres generaciones de una familia retornada de Venezuela.
La arquitecta Raquel Rodríguez (61 años) junto con su madre Mercedes Otero (81 años), y con el apoyo de su hija Mercedes Álvarez (29 años), llegó para pedir un impulso a Le petit monde, una iniciativa que nació primero de la mano de una fundación y luego en un pequeño local de Federico Tapia. “Nos vimos obligadas a salir de Venezuela por temas de medicamentos”, rememora, pues es trasplantada renal, y la situación del país no ayudaba en absoluto.
Una vez en A Coruña lo primero que hicieron fue conseguir una máquina de coser para su madre, que seguía cogiendo encargos al otro lado del Atlántico. Después de un año echando currículums y viendo “que por el tema de la edad lo tenía complicado”, como también lo era homologar su título, Rodríguez y su familia se animaron a crear una marca de diseño, decoración y ropa para niños.
Mantener la ilusión
Para María Luisa Mosquera, de 57 años, lo ideal sería poder habilitar un taller con espacio para exposiciones en Casperle Espacio Creativo, en Paderne, donde fabrica muñecos de lana.
Entre iniciativas como lanzar un disco al mercado o crear una firma de ropa con materiales reciclados (incluso de colchones), se coló la idea de José Vicente Galdo, un emigrante retornado de 67 años –también de Venezuela– que quiere poner en marcha una inmobiliaria más cercana. ¿Por qué a su edad? “Porque no quiero morir en un sillón; no quiero ver pasar los días recordando lo que fui sino seguirlo siendo”, zanja.