Emilia Currás comenzó a escribir poemas con 16 años, influenciada por Bécquer. Sobre los mismos temas que le preocupan a ella, que son el amor, la presencia y la ausencia, y también las batallas de caballeros que maquina en su cabeza. Y que después madura sobre el papel.
La doctora en Ciencias Químicas presentaba ayer en la librería Arenas su último poemario, “En una tarde tibia” (Editorial Pigmalión), en el que concentra textos que encontró en viejos cuadernos y otros cinco a los que le dio forma desde una cama de hospital. Decía la autora que el tiempo que pasó ingresada por una fractura de cadera hizo que se refugiara en la poesía. Igual que en otras ocasiones, porque la lírica salta en cualquier momento. No avisa.
Es por eso que muchas veces surge en los lugares más inesperados. Le ocurre cuando va paseando por la calle. Junto a los escaparates que tanto le llaman la atención, Currás escucha un comentario o ve un anuncio que anota en su memoria. Emilia señala que cualquier cosa es válida para convertirse en literatura: “Voy mirando por la calle y a mi alrededor y de repente me viene una idea”.
Aunque no vivió nunca en A Coruña, la poeta explica que su bisabuelo, Lino Currás, era el dueño de la relojería Lino en la calle Real, que heredó su abuelo Ángel. Pero por una serie de circunstancias que desconoce, la familia terminó por coger las maletas e instalarse en Madrid, donde siguió por la rama de la relojería. Sin embargo, ninguno de sus hermanos ni ella siguieron la saga.
En el caso de Emilia, las letras fueron el complemento a una vida repleta de eventos relacionados con la química, su especialidad, aunque no la práctica, sino “la teoría de las ciencias y los sistemas”.
Currás es pionera en los estudios de las bases filosófico-científicas de la documentación y la información. Al mismo tiempo que destilaba poemas abstractos, la madrileña sentaba las bases del informacionismo y la teoría sobre la integración vertical de las Ciencias.
Condecorada con la insignia de oro y brillantes de la Asociación de Químicos y la Cruz de Caballeros por el Gobierno de Colombia, afirma que no tiene tiempo para nada. Esta es la razón por la que solo escribe poemas y relatos. En este sentido, Emilia prepara la siguiente entrega. Donde se introducirá en la narrativa para contar en historias breves los amores de su vida.
Su idea es juntar en el mismo libro a los que la amaron y a los que fingieron hacerlo, como cuando tenía doce años y un niño le pidió matrimonio en Tetuán.
La que posee medallas de oro de las universidades Unmsm (Lima), Opava (República Checa), Fedine (Barcelona), Fundación Profesor Kaula (India) y la Autónoma madrileña, decía que “son muchos años y por eso se junta tanta cosa”. Y es que su presente pasa por tener que robarle horas a la noche para poner al día su bandeja de correos electrónicos, por preparar una conferencia sobre organización del conocimiento para un congreso en Toledo y por seguir repartiendo poemas “en una tarde tibia”.
Currás hizo una parada ayer por la ciudad. Para hablar de poesía y darle cuerda a su memoria. Como hacía su bisabuelo Lino con los relojes.