El arma es el arte que les despierta una inquietud dormida y las ganas de comerse el mundo que, en este caso, se concentran en un clic. El creador de la asociación, Felipe Alonso, cuenta que están logrando fotografías de una alta calidad y que algunas ya forman parte del banco de imágenes Getty Images, donde “vimos una puerta y nos colamos”.
El fotoperiodista, que contó en impactos la actualidad para “El Mundo” y Recoletos, siempre pensó que la sociedad discriminaba a las personas con discapacidad intelectual. Hoy forma a muchas de ellas de A Coruña, Madrid, Barcelona y Narón. En la ciudad y el área, trabaja en Aspronaga y Aspadisol, asociaciones a las que timbró a la puerta. No le dice que no a ningún colectivo. Entre los alumnos con más talento, también los hay invidentes que miden con bastones las distancias o dan pasos, encuadran y salen maravillas por el objetivo. La idea es que se empoderen y descubran.
Rosa nació ciega. Nunca vio los colores, pero los siente a través de la música. El blanco es “Imagine” de John Lennon y el rojo es el heavy y las faldas escocesas de ACDC. Cuando la canción acaba, el telón se vuelve negro. Entonces hay silencio.
En la forma de hacer de Rosa, saca lo que abarca con las manos o le da profundidad de campo y salen paisajes. Sus fotos nada tienen que ver con la de Paco Santos. Él se especializó en la música, que es lo que más le gusta. Se sube a los escenarios y enfoca al artista. Desde que empezó a coquetear con la máquina hasta hoy han pasado cinco años: “No tenía ni idea de lo que era una foto”, y ya consiguió retratar a Miguel Ríos en el Teatro Real. Entre sus trofeos, está una Penélope Cruz radiante en un photocall para el que se acreditó. En la muestra del Valentín, los coruñeses pueden ver una suya. Es un saxofonista tocando en Gijón.
A cada grupo intenta especializarlo en algo. En Aspadisol trabajan las panorámicas y en Aspronaga se van al retrato: “Queremos que todos puedan participar”. En todo este tiempo “han cambiado totalmente”.
La exposición es una de las ocho que conforman el festival. En ella, salen los pies de Vicente. Los fotografía Jose. Vicente tiene 57 años y no había salido nunca de Galicia hasta que se fue a Noruega a presentar su proyecto, una experiencia vital tremenda. Cuando toca fin de semana, Vicente se peina la costa de Ferrol y aparece Valdoviño en su smartphone.
El colectivo se compone de 30 miradas. Dice Felipe que para fotografiar flores “nos quedamos en casa, si nos metemos en estos follones es para conseguir algo digno”. La colección lo confirma. Las piezas están firmadas por personas que encontraron una ventana a la que asomarse y ser más libres. Creativos.