“¡Agua, agua!”, se oyó en las viviendas de protección social de Orillamar, los antiguos Arcones en cuanto las unidades del Grupo Operativo Especial de Seguridad (GOES) llegaron a los portales. Las fuerzas de asalto de la Policía Nacional habían llegado en furgonetas blancas, a las seis menos cuarto de la madrugada, y actuando en completo silencio consiguieron pillar por sorpresa a varios sospechosos. De manera que la mayor operación contra el narcotráfico coruñés que realiza la Policía Nacional en años culminó con éxito: 23 sospechosos detenidos, y cerca de once kilos de estupefacientes incautados (uno de cocaína y once de hachís), así como numerosas armas.
Fue un enorme despliegue policial que duró casi ocho horas, durante las cuales la calle Orillamar permaneció cortada al tráfico. Además de los GOES (una de cuyas unidades se desplazó desde Zaragoza expresamente para la ocasión, participaron agentes de la Policía Judicial, de los antidisturbios (UIP), unidades caninas, la unidad de Subsuelo. En total, 150 efectivos a lo que hay que añadir una dotación de Bomberos y un helicóptero, que sobrevoló la zona iluminando con su foco las fachadas de las viviendas sociales mientras los policías entraban casa por casa.
Planificación
Era la culminación de siete meses de investigaciones por parte de la Brigada de Tráfico Medio y se planeó con sumo cuidado, puesto que los narcotraficantes, todos de etnia gitana, mantienen un dispositivo de vigilancia constante en los alrededores de las viviendas, según fuentes policiales. Primero, un coche patrulla se situó frente a la comisaría de la Policía Local, luego un coche camuflado estacionó más adelante, pasados los Arcones, en la parada de bus. Poco después, aparecían las furgonetas que entraron en el callejón sin salida que lleva al centro de salud que se encuentra en los bajos del bloque de pisos de protección oficial.
Mientras los GOES tomaban posiciones, la UIP aseguraba el perímetro. Su llegada fue saludada con el lanzamiento de botellas desde las ventanas, por donde también se asomaban cabezas que observaban a los agentes.
Estos procedieron metódicamente, irrumpiendo en las viviendas de los sospechosos. Según fuentes cercanas, muchas estaban provistas de puertas blindadas, de manera que los agentes se vieron obligados a usar arietes, cizallas hidráulicas y martillos para abrirse paso hasta el interior. Una vez allí, procedieron a de tener a los resientes y bajo su supervisión, procedieron al registro, un procedimiento que se alargó varias horas. Mientras tanto, el ruido del helicóptero zumbando a los vecinos fue la primera señal para los residentes de la zona que algo estaba ocurriendo.
Monte Alto, “inundado”
Las viviendas de protección social de Orillamar llevan mucho tiempo en el objetivo de la Policía Nacional. “Tenían inundado de droga Monte Alto”, denuncian fuentes cercanas. De hecho, la operación policial no se restringió a los Arcones: también se registraron dos viviendas: una en la avenida de Hércules y otra en Curros Enríquez.
Pero el epicentro fue si duda Orillamar: los agentes descubrieron poca droga en los pisos habitados, pero sí que descubrieron mayores cantidades de estupefacientes en los trasteros. Al parecer, el sistema que seguían era mantener lo mínimo imprescindible en los pisos para el menudeo. Las medidas de seguridad eran impresionantes: no solo contaban con varias puertas blindadas, sino que los trasteros estaban protegidos por un circuito cerrado de televisión, así como el ascensor.
El clan del “Puma”
Pero, a pesar de todas las precauciones adoptadas por los sospechosos, los agentes consiguieron detenerlos. Entre ellos, al que consideran el máximo responsable de la trama, y al que conocen como el “Puma”.
Los primeros detenidos subieron al furgón policial a las nueve de la mañana: un hombre y dos mujeres, una de ellas de avanzada edad y vestida de riguroso negro, todos maniatados con bridas, mientras una mujer chillaba desde la ventana que soltaran a su cuñado. Igualmente trabados esperaban los sospechosos en los pasillos, custodiados por un agente, a que les tocara el turno para registrar su vivienda, que también fueron revisadas por perros entrenados en la detección de drogas. A medida que pasaban las horas y la expectación en la calle era mayor, los agentes de la UIP permitieron a los residentes que estaban libres de sospecha entrar y salir, así como a los pacientes que acudían al centro de salud.
La gran mayoría de los residentes en los Arcones son parientes y llevan el apellido Jiménez. Algunas mujeres mostraron su indignación por el acoso al que consideraban que estaban siendo sometidos: “A quien hay que detener es a los que matan a los niños y a los violadores”.
Mientras tanto, los policías continuaban con su labor, impertérritos. Además de la droga y de los detenidos, el gran despliegue policial permitió a las autoridades incautarse de una escopeta de cañones recortados, un chaleco antibalas, una carabina de calibre del 22 y una de balines con mira telescópica. Pero por el momento, continúa el secreto de sumario, así que los detalles escasean. l