De repente el silencio del estudio dio paso a la pregunta que, en el caso de Óscar Cabana, tuvo que ver con esos manchones rojos que pinta y esa forma de ver la vida en blanco y negro. Los curiosos que participaron en el tercer “Estudios abiertos” se quedaron con el universo sumergido de Raúl Álvarez y el estilo cómic de Héctor Francesch, pero, sobre todo, con que en A Coruña, la impronta tiene muchas casas. Tantas como 50 o más porque algunos talleres se poblaron con dos o tres pinceles.
Los creadores con prefijo 981 abrieron sus puertas para hacer más estrecha la relación con el público. Lo consiguieron porque al mediodía el propio Cabana señaló que fueron muchos los que se pasaron a ver sus cuadros colocados en fila india como las fotografías de Roi Alonso y los acordes de Astrogirl. Olalla Franco moldeó a la figura humana en compañía mientras que Cuco aderezó el hiperrealismo de Jano Muñoz desde los platos, pinchando temas en una jornada que la gente disfrutó aún más con Estrella Galicia y patatas Bonilla. Tenían ganas de compartir un rato con los que firman lienzos y se acercaron hasta sus cuevas para conocer la forma de hacer y de ver la vida de sus favoritos.
En el grupo de WhatsApp donde los más de 50 artistas se comunicaron a lo largo del día, las misivas fueron todas positivas. Eran pintores, escultores y fotógrafos que decían que estaban desbordados, la mayoría por personas que aparecieron en su parcela con plano en ristre. Fue una forma distinta de conocer la ciudad. A través de los Gómez-Chao, Gosia Trebacz, Nuria Pena, Tatiana Medal, Benito Freire e Isra Cubillo y en una ensalada de formatos puestos al servicio del ojo ajeno.
La iniciativa crece porque de las 30 paradas del año pasado se pasó a 50 en esta edición. Desde Monte Alto al barrio de Os Mallos, pasando por La Merced, el arte se oxigenó con la presencia de otros. Que ayudan a seguir haciendo.