También hay Euskadi como en la anterior, pero lo que cuenta Edurne Portela en su nueva novela “Formas de estar lejos” se remonta a una imagen que tenía en la cabeza, de una mujer, Alicia, asustada y escondida en su casa.
De lo que vino a hablar ayer la autora a la Fundación Seoane dentro del ciclo “Somos o que lemos” es de miedo y del resultado de indagar sobre los mecanismos que pueden llevar a una pareja a esa situación. Por el camino, el lector descubre. Ella le lleva a destapar las formas de control mientras Portela explora en las entrañas para saber qué clase de relaciones y qué personas derivan en un maltrato psicológico, quizá “el más difícil de definir de los maltratos”. Portela le da a Alicia las herramientas para salir porque lo que le interesaba es el proceso y el proceso pasa “de no ver lo que está pasando pese a las señales” a darse cuenta de su realidad. Entre tanto, se esconde en si misma y en su trabajo, en “las cosas que le gustan para obviar lo que sucede, pero llega a un punto donde no se reconoce, sobre todo, cuando vuelve a su entorno natural y tiene que hablar de su vida.
Con el libro en la calle, Edurne se da cuenta que lo que relata es cercano para muchos, “un tipo de desigualdad de poder o de abuso que caso por caso, hecho por hecho, descontextualizado, “no lo definimos como tal, pero cuando se convierte en hábito es hacer de menos a otra persona, que la mujer esté reducida para que le quepa en el bolsillo y hacer con ella lo que quiera. Si se produce durante años es maltrato psicológico con consecuencias muy graves. ¿Qué denuncias que mi marido me controla las cuentas o me pone mala cara cuando le hablo de trabajo? Para Edurne, es complicado explicar que “te está haciendo daño, ¿qué acciones señalas?” y por eso, “Formas de estar lejos” se presenta como una especie de tortura china que, gota a gota, mina. Ella asegura que aprendió con Alicia y con Mati porque “me interesaba crear una personalidad con matices, no quería el típico perfil de maltratador”. Él le enseñó las malas formas del querer, “de una persona que es capaz de amar a su manera con una dependencia sentimental muy fuerte”.
No es el mal radical porque tiene su historia familiar y “sus carencias le hacen pensar que la mujer es su mujer, es esta idea posesiva del amor”. Mati tiene pocos recursos para darse cuenta de los errores. De ahí que en esta historias no valga el negro ni el blanco para pintar a Mati y también a Alicia, que no es solo víctima.
Apreciando esos grises, uno crece.