En la cocina del fotógrafo Román Montesinos un cráneo de caballo losino descansa sobre una especie de tabla de cortar. La encontró en los montes burgaleses cuando el artista salió en busca de tesoros. En su despacho no hay papeles. Solo llaves oxidadas y péndulos, que guarda en los cajones y saca cuando la composición lo pide. Para pasar a otra estancia, el salón, que no tiene tele, pero sí un estudio como el que utilizan en el plató de un telediario. Con los focos y el fondo neutro preparado por si surge la inspiración que nunca avisa, el profesor de Universidad suele ir a su piso piloto todas las mañanas.
En otra de las habitaciones de la casa descansa lo que cruzará la meseta en menos de un mes. Una colección de 16 instantáneas que recalará en la Casa de Galicia para hablar de conceptos sin palabras del 10 al 28 de septiembre. Solo con imágenes y sin más ruido que los objetos. Que se ponen en fila cuando toca exposición. El creador lleva tiempo “cacharreando” porque además de encontrar lindezas en desguaces y puntos limpios, Román busca la forma casera de mejorar sus fotografías.
Con inventos que convierte en flashes y apoyos que en el mercado alcanzarían largas cifras, Montesinos se entretiene y el esfuerzo se ve recompensado una vez que hace clik con su cámara. Orgulloso, el profesor pasa una a una las obras que verán la luz por primera vez en la capital. Son sonatas de otoño tatuadas en la hoja de un árbol, balas afiladas esperando a su verdugo o barquitos de papel amarrados a un muelle de los que dan suspensión y no cobijan barcos.
“Metáforas, contingencias, circunloquios... y otras guindas” permitirá a los madrileños conocer el trabajo de un fotógrafo que ama los objetos sin vida. Quizá porque él es capaz de hacerlos respirar en un nuevo contexto, la fotografía conceptual que practica le llena más que cualquier otra cosa. En este sentido, los telones de fondo que utiliza son cada vez más neutros en ese propósito de no hacer ruido. De que los elementos salgan desnudos y limpios. Para que el mensaje se descifre en segundos y la colección sea para el espectador como un juego de acertijos. Divertida para el que juega a crear metáforas visuales, pero también para el que decide entrar a verla.
Desde un girasol que marca las horas a una versión de “La creación”, de Miguel Ángel, donde una rama simula ser la mano estirada de Adán, la muestra aparece fácil ante los ojos del curioso. Montesinos le cambia la perspectiva a una simple huevera poblada por un huevo cósmico allá a lo lejos. Parece inmensa. En blanco y negro o en color, el significado se halla en la observación. Rebozada con pan rallado y mucha picaresca. n