cualquier persona que se le diga que en el Gobierno de España hay personas que niegan que entre hombres y mujeres existen diferencias biológicas llegaría a la conclusión de que quienes proclaman semejante bobada están gastando una broma de carnaval.
Pero no es una broma. Es una iniciativa del Ministerio de Igualdad que acaba de parir un proyecto de ley que sí llegara a prosperar permitiría el cambio de sexo sin necesidad de aportar pruebas médicas o psicológicas. El único requisito para proceder a un cambio de sexo en el Registro Civil consistiría en una declaración expresa de la persona que solicitara el cambio. No termina ahí la cosa. Resulta que dicha gestión podría llevarla a término un menor de 16 años sin necesidad de contar con el permiso paterno o uno de ¡12 años¡ contando con la anuencia de sus padres o tutores legales.
Al conocer semejante proyecto impulsado por l Irene Montero lo primero que uno piensa es que el Ministerio ha caído en manos de negacionistas. En este caso de una evidencia biológica: el mundo está compuesta de hombres y mujeres, de varones y hembras.
Es cierto que existen personas que manifiestan hermafroditismo y comparten características genitales propias de ambos sexos pero su porcentaje es minúsculo en relación con el grueso de la población y, en consecuencia, el mencionado proyecto no podría justificarse en argumentos sociológicos de peso.
El disparate procede de la teoría “queer”, una corriente de pensamiento minoritaria pero muy activa que proclama que el sexo es una construcción social y no viene determinado por la biología.
Es un discurso que divide ahora mismo al feminismo hasta el punto de que figuras importantes de éste movimiento están siendo anatematizadas bajo la peregrina acusación de “transfobia”. Ante la reacción que está provocando el proyecto que impulsa el ala de Podemos, el Gobierno por boca de Carmen Calvo, pretende tranquilizar al personal recordando que es un borrador. Dice que el PSOE aportara “calidad y seguridad jurídica a la futura ley”.
Conociendo las artes de Podemos haría bien en apresurarse para frenar tamaño disparate antes de que cunda el pánico entre los funcionarios del Registro Civil abrumados ante la avalancha de bromistas que por el mero afán de tocar las narices a su entorno familiar decidan un lunes cambiar de sexo para volver otro día y recuperar su condición anterior. No hace falta perder un minuto para calificar el proyecto de auténtico disparate. Uno más.