Dentro del campo del deber ser, que no del ser, de lo que en el foro desde los romanos se viene acuñando con la expresión “de lege ferenda”, se vienen alzando autorizadas voces sobre lo que debería ser nuestra Justicia para adaptarla a los tiempos modernos y hacerla eficaz. En el punto de mira de las críticas, tres de sus órganos principales: el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, y el Fiscal General del Estado. Totalmente cuestionados.
Así, coherentemente con la imparcialidad que debe suponerse de los componentes del Tribunal Constitucional, se apunta que su régimen de incompatibilidades debería equipararse al de los jueces o tribunales ordinarios a la hora de la prohibición de haber militado en partidos políticos o sindicatos. Que, como real manifestación de un Estado de derecho democrático en el que se debe separar el poder judicial de la política activa, nadie que haya ocupado un cargo político debería poder posteriormente ejercer funciones judiciales, ni viceversa. Que, por las mismas razones, el Fiscal General del Estado nunca debe ser nombrado por el Gobierno de turno, sino a través del principio de las mayorías parlamentarias, o, incluso, desde dentro del propio cuerpo de fiscales. Igualmente, que el Consejo General del Poder Judicial debe ser formado solo por jueces, magistrados, fiscales y abogados que no hayan pertenecido a partido político o sindicato alguno; incluso abolir este órgano creado en 1985, dado su nefasto rendimiento institucional tal y como está configurado en la actualidad. Y ya en el plano supranacional, también se propugna una cuestión igualmente fundamental para el buen funcionamiento de la Administración de Justicia, que evitaría, además, interesadas controversias y manipulaciones interpretativas de índole política, como las del “caso Parot”, cual es definir claramente los aspectos jurídicos derivados de la actual situación de integración de España en la Unión Europea, y el preponderante valor ejecutivo y como fuente del derecho de las sentencias dictadas por el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.
Pero, descuiden algunos, que todo esto, como decía el agonizante Nexus 6 de Blade Runner, “se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia...”.