La sentencia del Tribunal Constitucional ha sido clara, tumbando por unanimidad de todos sus miembros la declaración soberanista impulsada por el Gobierno de Artur Mas. La sentencia señala que el marco constitucional del que nos hemos dotado los españoles en 1978 no permite la consulta que promueven los independentistas catalanes, dado que no puede considerarse a Cataluña como sujeto político y jurídico titular de soberanía independiente de la española.
Según afirma el alto tribunal, en el marco de la Constitución una comunidad autónoma no puede unilateralmente convocar un referéndum de autodeterminación para decidir sobre su permanencia o no dentro de España. La sentencia es clara. No cabe una Cataluña independiente al margen de la Constitución. La consulta que pretende Mas es inviable en el plano jurídico.
La secesión tal y como la plantea Artur Mas es imposible, lo que demuestra que ha venido engañando a los catalanes a lo largo de los últimos meses en una estrategia política insostenible. Mas, desgastado electoralmente, basa su permanencia al frente de la Generalitat en una estrategia continua de confrontación con España y con el Gobierno, obviando que Cataluña también es España y que sin Cataluña, España perdería buena parte de su identidad como pueblo plural, donde la convivencia siempre ha sido posible.
Mas ha creado un problema político e identitario por su propio interés partidista. Ha buscado en el odio y en la confrontación su herramienta política para mantenerse en el cargo y para sustentar su discurso excluyente. Y ahora que el Constitucional demuestra que su estrategia es inviable, se encuentra en un callejón sin salida, después de haber promovido las ansias separatistas de la población, ansias que el president será incapaz de satisfacer, generando una gran insatisfacción social difícil de canalizar.
Cataluña necesita un otro liderazgo político capaz de conjugar la defensa de los intereses de una nacionalidad histórica que tiene cabida en el mapa institucional de un Estado que se llama España, que tiene en la pluralidad y en la diversidad identitaria su principal valor. Por eso Mas debería dimitir y permitir que una nueva generación de políticos sepa resolver el problema que con su incompetencia ha creado.