El cambio climático es una realidad incontestable que a todos nos preocupa, pero que vemos como un desafío global en donde la acción individual poco puede hacer sin un apoyo decidido desde los gobiernos. Parecemos bloqueados, resignados, ante lo que la comunidad científica de manera desesperada anuncia: un daño irreparable al planeta con consecuencias fatales. Y yo no me resigno. Ya solo pelear para transformar lo que está pasando justifica activarse en política. La manera de avanzar es ser conscientes de que la suma de individualidades es la única vía de transforma el mundo. La acción política firme, orientando la Educación y la Ley es, a mi parecer, el mejor camino para poder frenar a tiempo lo que está pasando.
Las ciudades tienen el papel fundamental en este proceso. El 70 % de la población mundial vive en ellas y es desde las ciudades desde donde podemos focalizar las acciones de trasformación en nuestra relación con el planeta, que hoy podríamos definir como depredadoras. Consiste en pasar de una economía lineal como la actual, en donde se extraen los recursos naturales, se transforman, se comercializan, se consumen y se tiran, a un modelo en donde la reutilización y reciclaje de nuestros consumos se priorice en nuestra forma de vida, persiguiendo la transformación en circular de nuestros hábitos. Educar es la clave, pero hay que hacerlo ya, de manera acelerada. Hay ejemplos puntuales meritorios, pero no es suficiente. Mientras tanto la Ley, con el brazo de la administración, tiene que actuar en todos los frentes. Pero parece que nos cuesta. Algo tendrá que ver el primo de Rajoy.
La cumbre de París del 2015 formalizó un pacto de las ciudades por el cambio climático y la economía circular y pese a los abandonos recientes de líderes como Trump, que espero le pase factura, hay muchas iniciativas urbanas inspiradoras que pueden servir de ejemplo a ciudades como A Coruña. ¿Qué estamos haciendo nosotros aquí por avanzar hacia una economía circular? Pues lamentablemente muy poco, micro actuaciones que parecen diseñadas para compartir en redes sociales, simulando que hacemos algo. No se priorizan proyectos decididos para construir una estrategia medioambiental. Bueno, para ser sinceros, antes tendríamos que tener una estrategia medioambiental.
Si dedicáramos partidas contundentes en educación y concienciación el avance se empezaría a notar a medio plazo. Mientras tanto, que la administración local diseñe políticas que premien la reutilización y reciclaje y penalicen las malas prácticas, para eso están las tasas. Invertir para que nuestro transporte urbanos sea sostenible y la mejor opción para la movilidad. En materia de agua, tenemos un coste fijo alto y un variable pequeño por consumo, cuando debería de ser al revés. La eficiencia de nuestra planta de Nostián, en su día criticada por los cortos de miras, pero que hoy es el modelo a seguir, pasa porque en origen la basura venga bien seleccionada. Por ejemplo, en Oviedo las comunidades de vecinos tienen días asignados para el reciclaje del vidrio, de plásticos, del papel, de orgánicos. Como resultado, el nivel de reciclaje de la ciudad es altísimo. Ejemplos y actuaciones posibles no faltan, pero aquí de momento ya vemos que pasa, nada, incluso parece que vamos a peor.