Rajoy atraviesa horas bajas. Lo aseguran todas las prospecciones, encuestas, opiniones de cafetería y tertulianos que nos echemos a la cara. Incluso por lo bajinis lo dicen los de su misma cuerda que aguardan hundir la puñalada trapera en su costado para ponerse ellos. Es la disputa por el poder aprovechando el trampolín de los votos. Nadie piensa en España sino en el partido y el “ego” de las primeras espadas. Y sin embargo, pese a los errores de bulto en que pueda haber incurrido, fue un excelente estadista.
Pese a ello los tiempo cambian y en hora veinticuatro pueden pasar de las musas a la realidad. Así nadie le discuta la superación de la crisis y bonanza económica, pero se ha metido en todos los charcos habidos y por haber respecto a la independencia de cuatro pirados catalanes. Se les concedió lo imposible y de aquellos polvos vienen estos lodos. Porque, pese a la aplicación del artículo 155, las cosas se hicieron rematadamente mal permitiendo el funcionamiento de TV3.
Y por encima, para arreglarlo mejor, no se les ocurre otra política que las parábolas como enseñanzas morales. A mí nunca me convencieron posiblemente por carecer de herramientas para entenderlas. Valga, verbigracia, la de los talentos y su inspiración capitalista... O la del hijo pródigo –¡qué cerquita de este Tribunal de Estrasburgo que nos obliga a pagar indemnizaciones a los asesinos de la T4!– que, tras reclamar la herencia familiar, abandona su casa, anda de juerga y tras dilapidar su fortuna, concluye que los jornaleros de su padre viven mejor, regresa a su casa y lo reciben con los brazos abiertos. Estupenda reconciliación. Pero sin pasarse en relación con los compatriotas españoles leales... No obstante, tras la locura de estos decenviros separatistas, Rajoy acoge Cataluña como hijo pródigo y le concede –¡agárrense los machos que vamos a galopear!– 2.000 millones de euros para ampliar los aeropuertos de El Prat y Gerona con conexión directa por AVE a Barcelona.