En la vida política estricta nos depara declaraciones y estrategias muy susceptibles de ser comentadas. Sin embargo, una breve estancia en una clínica madrileña, me hizo pensar que la realidad más real y más dolorosa continua siendo la pandemia. En apenas dos horas esta periodista contabilizó once ingresos por Covid. Once personas con cara de angustia y algunas con especial miedo a verse solas en su habitación. Se insiste mucho en el colapso hospitalario, en la ocupación de UCIS. Bien está que se haga, pero antes que los hospitales están las personas .Son las personas, no los hospitales, las que se contagian
Y las cifras son espeluznantes y como my bien explicaba hace un par de días el doctor Bengoa que fuera miembro de la OMS y asesor sanitario de Obama, cuando estas cifras alcanzan niveles como los actuales, el cerebro, nuestro cerebro, reacciona , de manera involuntaria, poniendo distancia porque no es capaz de digerir, de procesar tanto dolor. Es como si se nos olvidara que detrás de cada enfermo hay una persona, una vida, unos proyectos y gentes que les quieren y a los que quieren.
La situación es dramática y en mi imperdonable ingenuidad pensé que de la ultima reunión interterritorial, el ministro-candidato Illa iba a dar el visto bueno a lo que ya es un clamor por parte de las comunidades autónomas. Ni un solo presidenta o presidenta de cualquier autonomía de España está jugando a eludir su responsabilidad. Garcia Page cierra a hostelería que no es una medida fácil y Mañueco, presidente de Castilla y León, apura hasta donde puede las herrramientas a su disposición para evitar la sangria de enfermedad que aqueja a su Comunidad. Lo mismo cabe decir de Iñigo Urkullu, que gobierna el País Vasco, por no citar a médicos y epidemiología que están alertando de manera permanente de la situación crítica en la que nos encontramos.
Siempre creí que la cogobernanza no era sólo que el ministro de Sanidad compartiera con las autonomías sus iniciativas, sino que éste asumiera las medidas más que razonables que las autonomías le planteen. No es necesaria modificación alguna del decreto de alarma para adelantar el toque de queda y ni eso fue aceptado. Eso sí, no ha abandonado sus buenas formas ,que siempre son de agradecer, al asegurar que el Gobierno está dispuesto a escuchar y tener en cuenta las propuestas de autonomías y expertos. El tiempo no sobra, los contagios apremian y el personal sanitario está al límite de sus fuerzas. ¿Qué más tiene que ocurrir para que cada autonomía tome las medidas que crea conveniente?. ¿Hasta dónde debe llegar la situación para que el Presidente del Gobierno nos diga algo más que España va a ser la punta de lanza, el lucero del turismo?.
Jamás pondré en duda la buena fé de nadie, pero quisiera entender lo que está ocurriendo. Quisiera razones de fondo para entender el quietísimo del Gobierno, el silencio del Presidente. Susurran algunos que detrás de todo esto están las elecciones catalanas. Si así fuera seria para salir corriendo. Las autonomías están llegando al limite de sus posibilidades. El estado de alarma, nada menos que de seis meses, debería servir para algo más y para algo distinto a lo que estamos viendo y viviendo.