No salgo de mi asombro, lo reconozco. Desde hace un par de semanas sigo las declaraciones, intervenciones y discursos de Pablo Casado como si fuesen una novela. Concretamente una de terror distópico, con la diferencia, nada despreciable, de que el pánico que me provoca esta trama no desaparece cuando cierro el libro.
La historia comenzó con un Casado pletórico, lleno de propuestas. Nuestro protagonista había encontrado la manera de solucionar los problemas demográficos del país, y de paso garantizar el pago de las pensiones, pese a que su partido hubiese dilapidado el ahorro de la hucha pensionista española en sus 6 años de gobierno. ¿Cómo? ¡Pues muy fácil! Montando a todas las españolas en un Delorean que las devolviese a 1985. Concretamente a la ley del aborto de 1985.
Comprenderán que me quedé pasmada ante el plan maestro: obligamos a las mujeres a tener hijos no deseados y todo arreglado. Chimpún. ¿Que desde que entró en vigor la nueva ley del aborto los embarazos interrumpidos son menos? ¿Que la salud sexual y reproductiva de las mujeres no debe ser interpretada en clave económica? ¿Que los hijos no deseados pueden suponer una carga para el estado por el evidente riesgo de abandono? Bah, menudencias. A nuestro protagonista estos datos no le preocupan, porque él tiene un plan maestro, y nosotras no.
De hecho, nosotras por no tener no tenemos ni idea de “lo que llevamos dentro”. Por eso, en el ejemplo más paradigmático y magnífico que he visto de mansplaining, el presidente del PP completaba sus declaraciones sobre la ley del aborto con otras, todavía mejores, en las que aseguraba considerar importante que alguien nos explicase lo que llevamos dentro cuando estamos embarazadas. Que yo se lo agradezco eh, porque cuando di a luz a mi primer hijo me llevé un susto morrocotudo al ver que se trataba de un bebé humano. Ojalá Pablo Casado me lo hubiese explicado entonces y no me hubiese pasado 9 meses creyendo que estaba gestando un manojo de acelgas. Di que sí, Pablo, a las mujeres mejor explicarnos las cosas bien claritas, para evitar malentendidos.
Aunque claro, igual un hombre que asegura que no hemos entendido su propuesta centrada en retrasar la expulsión de las inmigrantes embarazadas dispuestas a dar en adopción a sus bebés no es el mejor perfil para explicar algo de manera “clara”.
Este tercer acto de la trama es que más desconcertante me ha resultado, porque, sinceramente, no acabo de entenderlo.
Al parecer la medida estaba planteada como una fórmula para mejorar la demografía española -porque nuestro protagonista lo tiene claro, nuestra salud sexual y reproductiva debe ser monetizada cuanto antes -, pero claro, el bebé resultante del proceso solo es válido si es criado por una familia españoña. Si el bebé es criado por su madre biológica -inmigrante- ya no le vale. Aquí es donde ya perdí el hilo de la trama, lo reconozco. Tendré que pedirle a Casado que me explique también esto, como lo de gestar bebés humanos.
Lo más tremendo de todo es que la novela parece tener un par de capítulos más todavía -es demasiado larga para mi gusto, lo reconozco-. Y, como en aquellos libros de mi adolescencia, el final está abierto, y dependerá de lo que los lectores-electores elijamos el próximos 28 de abril. Espero que seamos capaces de elegir sabiamente, y no acabemos convirtiendo esta mala novela negra en una realidad demasiado parecida a “El Cuento de la Criada”.