Alas 16.08 horas del viernes,, coincidiendo con la pleamar, el flotel que Navantia Ferrol construye para Pemex, fue botado al mar, después de haberse completado la construcción de más del 60% del buque. Estamos ante un encargo de enorme simbolismo para Ferrolterra, dado que el contrato con Pemex, una de las petroleras más importantes del mundo, supuso la vuelta de Navantia Ferrol a la construcción naval civil, después de quince años sin alcanzar ningún pedido en ese ámbito, y supuso también el primer pedido que recibía Navantia Ferrol desde el año 2007, después de 7 años de sequía durante el segundo mandato de Rodríguez Zapatero.
Fue un contrato gestado por la Xunta y por su presidente, por más que moleste a la oposición. Un pedido puesto en duda permanentemente por los de siempre, por los del non, y que supone un millón de horas de trabajo, un balón de oxígeno principalmente para los trabajadores de la industria auxiliar. Un contrato que marcaría un antes y un después para Navantia Ferrol, y al que le seguirían otros contratos como el BAM para la Armada española, el contrato de transformación del “Monforte de Lemos”, ya finalizado, el contrato de ingeniería y equipamiento del LHD para la Armada de Turquía, el contrato de los 29 Jackets de eólica marina para Iberdrola, o las cinco macroestructuras flotantes para la filial de Statoil, al que se unieron recientemente las proas de cuatro petroleros para Ondimar Transportes Marítimos.
La consecución del flotel nos demostró a todos que el naval tenía futuro, y que solo dependía de nosotros. Otros habrían aplicado una nueva reconversión, con prejubilaciones y destrucción de empleo. Nosotros apostamos por demandar carga de trabajo y seguir trabajando desde todas las administraciones. Los que solo saben protestar, solo hicieron eso. Ahora, con el flotel recién botado, a mi recuerdo vienen imágenes de dos insignes diputadas ferrolanas del PSOE e IU, montando aspavientos en el Parlamento de Galicia, negando la existencia del contrato y poniéndolo en entredicho y en riesgo por intereses partidistas y electoralistas. Hoy, los y las que negaron el barco, tienen muy difícil negar la realidad. Hoy es un mal día para los y las que dijeron que el barco era mentira.