La victoria electoral de Syriza en Grecia va camino de convertirse, en poco tiempo, en una muy mala noticia para Podemos. Los de Pablo Iglesias llevan tiempo tratando de presentarse públicamente como la Syriza española, pero lo cierto es que son formaciones políticas bien distintas, a las que solo une un denominador común que es la radicalidad de sus propuestas y el populismo.
Syriza nació hace una década como coalición de partidos de la izquierda radical griega, mientras que Podemos surge de forma muy reciente como expresión del descontento hacia una crisis que se prolonga desde hace seis años, y como expresión también de la desafección de la ciudadanía hacia la política. Si hay un denominador común entre lo ocurrido en Grecia y lo que sucede en España, y es el hundimiento de un partido socialista que ha perdido sus referentes ideológicos y programáticos, lo que le está alejando de la centralidad política.
Es cierto que el Partido Popular ha sufrido y está sufriendo todavía el desgaste que supone gobernar en un contexto de máxima dificultad como el que nos ha tocado vivir. Pero lo cierto es que aún resta un año de legislatura en la que la recuperación económica se trasladará de la macroeconomía a la economía real. La creación de empleo, la rebaja de los impuestos y el incremento de la actividad se harán patentes especialmente en el segundo semestre de este año. Y será tiempo, entonces, de valorar positivamente la política de reformas llevada a cabo por el Gobierno de Mariano Rajoy.
Hoy a los de Pablo Iglesias les gusta, y mucho, mirarse en el espejo de esa Syriza griega, combativa y rebelde contra Unión Europea, a la que tanto dinero deben, y que les ha sacado de la banca rota en la que se encontraba el país. Pero dentro de unos meses, cuando Syriza asuma, por fin, la responsabilidad de gobernar el país, en el día a día, y de tomar decisiones en el marco de la política real, acabarán incumpliendo sus propias promesas, y en ese momento Podemos se verá obligado a dejar de mirarse en ese espejo, que les devolverá la imagen de lo que verdaderamente son: un partido populista que dice lo que la gente quiere oír, aun a riesgo de ser mentira la mayoría de las veces. Y corriendo el riesgo, también, de convertirse en Pudimos, más pronto que tarde.