Es característica, casi general, de los políticos investigados o que incurren en algún tipo de sospecha o imputación, reaccionar ante tales eventualidades refugiándose en el “olvido”, es decir, en que no se habían enterado de nada o se habían enterado por la prensa. Esas u otras formas parecidas son las más socorridas para ocultar o encubrir sus responsabilidades.
En esas circunstancias parece como si la amnesia a todo su pasado político operase oscureciéndolo, a fin de evitar que los posibles responsables políticos pudieran ser declarados culpables por acción u omisión de las irregularidades y presuntos delitos cometidos en sus ámbitos de competencia. Se comportan, en esas circunstancias, como si se tratara de personas “que pasaban por allí” y que todo lo sospechoso o delictivo, producido en su entorno y bajo su jurisdicción, les fuese extraño.
Se trata, en todos esos casos, de eludir sus responsabilidades, excusándose en el desconocimiento de los hechos, aludir a no recordarlos o eximirse, afirmando no haber tenido intervención directa en los mismos.
El “no lo sé” o “no lo recuerdo” son las respuestas preferidas de los políticos inculpados, que no sólo reniegan de su culpa directa, sino, también, de la que pueda atribuírseles “por culpa in eligendo” o “culpa in vigilando”.
Es cierto que, según reza un viejo proverbio, “la memoria es como un mal amigo que cuando más falta nos hace, nos falla”; pero, en estos temas, no falla la memoria, sino que, deliberadamente, se utiliza el olvido como causa exculpatoria.
Dada la cantidad de presuntos delitos atribuidos o a los que está sujeta la clase política, parece que su mejor defensa es cruzar el famoso “río del olvido” o “río Leteo”, que, en la mitología griega, tenía el efecto de producir el olvido o pérdida de la memoria a todos los que bebían sus aguas o se atrevían a atravesar su cauce.
En Grecia, este mito se oponía al del río Mnemosyne, que producía el efecto contrario, es decir, conservar permanentemente la memoria y el recuerdo. Pero de las aguas de este río, no se abastece el comportamiento de nuestros políticos actuales sujetos a sospechas o investigación.
En Galicia es conocida la historia del río Limia, cerca de Xinzo, también conocido como “o río do esquecemento”, según la cual, los soldados romanos se negaron, hace más de 2000 años, a cruzarlo hasta que se atrevió a hacerlo el general Décimo Junio Bruto que, después de atravesarlo, empezó a llamar por su verdadero nombre a todos sus soldados, siendo entonces cuando sus tropas se decidieron a atravesar sus aguas y llegar a la otra orilla.
La acción de Décimo Junio Bruto debiera servir de lección a nuestros políticos para que, en vez de “desmemoriados”, fuesen conscientes y responsables de todas las irregularidades y corruptelas que se producen directamente o en su entorno.
Tener y recuperar la memora es, además, esencial para no tropezar dos veces en la misma piedra y no tener que recurrir al falso olvido para derivar en otros nuestras debilidades y desmanes.