Han pasado casi catorce años desde que en 2004 el Ayuntamiento de A Coruña, el de Arteixo, el Ministerio de Fomento, Puertos del Estado, la Xunta y el ADIF firmaron un protocolo de actuación para el arranque de la licitación del Puerto Exterior de punta Langosteira. En un ejercicio de equilibrismo interinstitucional liderado por la ciudad se aprobó un cronograma de traslado de actividades portuarias del Puerto Interior al Exterior con la desafectación paulatina de los terrenos, previendo su uso para las necesidades de financiación del Puerto Exterior.
Poco se discute hoy la necesidad de una reformulación del acuerdo inicial. Primero porque las necesidades de financiación del Puerto Exterior se han casi duplicado. Segundo porque las utilidades previstas vía venta de suelo se han volatizado. Tercero porque hemos sido testigos atónitos de rescates mil millonarios del Estado de infraestructuras absurdas por inútiles e ineficaces (sin mencionar el de las entidades financieras). Cuarto porque en estos catorce años las realidades de la ciudad y del Puerto han variado sustancialmente y la estrategia de entonces ha de reajustarse.
Pero estando de acuerdo en su reformulación, tenemos una enorme discrepancia en cómo se está abordando un asunto de naturaleza tan delicada. Llevamos más de dos años de desencuentros institucionales, con una carrera absurda para arrogarse protagonismos vacuos que no conduce a ninguna parte. Bueno sí, al ostracismo de la ciudad en la lista de proyectos a apoyar desde los Presupuestos del Estado.
En este tiempo el Puerto Exterior es una realidad como obra civil, pendiente de la conexión ferroviaria que permita el traslado de la industria vinculada al refino y eliminar del suelo de la ciudad seis kilómetros de oleoductos. Desde que se dote la partida en los presupuestos del Estado pasarán cuatro años hasta que finalicen la obra, o sea nos moveremos en la tercera década del siglo XXI. Mientras tanto el resto de ciudades avanzan y nosotros estancados.
La única manera de abordar el proyecto es constituir un Consorcio Público en el que las distintas administraciones implicadas en 2004 vuelvan a conciliar un planteamiento estratégico en clave ciudad y país. Y para eso hace falta confianza, fiabilidad y generosidad, poniendo la mirada en el largo plazo, no en el próximo envite electoral. Nada bueno saldrá si excluimos a los actores necesarios, especialmente al Ayuntamiento de A Coruña, representante legítimo de los ciudadanos. Seremos capaces de arbitrar soluciones adecuadas si trabajamos con lealtad para abordar el desafío y hacer del desarrollo urbanístico del Puerto Interior un nuevo modelo de ciudad del que todos estemos orgullosos. En su defecto quedará la decepción como marchamo de lo que pudimos construir.
Y claro que podemos hacer de la industria portuaria de nuevo un motor de A Coruña y Arteixo. Pactar una financiación acorde a las posibilidades reales del Puerto, conseguir una zona franca que atraiga nuevos operadores logísticos, lograr beneficios fiscales para favorecer la implantación de industrias vinculadas al conocimiento y al mar, aliarse estratégicamente con Ferrol para alcanzar acuerdos para las rutas de tráfico que tengan el Canal de Panamá como referente, repensar soluciones para favorecer los cruceros, solucionar los problemas con los contenedores, son algunas de las posibilidades. Solo hace falta que quienes estén al frente sepan ponerlas en valor.