Boris Johson, que ha demostrado ser un tanto voluble, abre ahora la puerta a que los pubs, restaurantes, teatros o estadios exijan un certificado de vacunación para permitir el acceso. O sea, lo contrario de lo que aseguraba no hace mucho. El debate está servido: qué hay de las embarazadas o los alérgicos que no pueden vacunarse. O incluso de los que no quieren hacerlo, porque no es obligatorio. Buenas ganas tiene el primer ministro de meterse en un jardín del que solo puede salir lleno de arañazos. Lo bueno es que su experiencia le sirve, por ejemplo, a nuestro Gobierno. Es lo que tiene ir un paso por detrás.