Uno ve a esos colosos que son los jugadores de la NBA, con sus dos metros y sus nosecuantos kilos de músculos, chocándose, estorbándose y peleando por la pelota en contacto constante y piensa que si fuesen futbolistas estarían más tiempo enzarzados en tanganas que jugando. Pero en el baloncesto están a otra cosa. Casi siempre. A veces, como en el partido entre los Lakers y los Raptors, acaban a empujones. Pero incluso esto lo hacen diferente: que tú me haces una falta más dura de lo normal, yo te levanto por los aires con una especie de llave de lucha libre y te tiro al suelo. Esto es la NBA y hay que dar espectáculo.