Lo de andar fugado de la Justicia, y más si se vive en Bélgica, donde el nivel de vida no es de los más asequibles, sale por un ojo de la cara. Si a eso le añadimos los gastos de representación, el de peluquería y demás, es normal que Carles Puigdemont esté buscando nuevas vías de financiación para mantener, esté dónde esté, la dignidad que le corresponde (o que él cree que le corresponde) a un president de la Generalitat despojado de su cargo por un Estado opresor. Por eso ha lanzado el carnet de la república catalana. Para conseguirlo solo hay que pagar doce euros y uno ya es un patriota.