Comprar un cuadro en una subasta por unos pocos miles de euros –el precio de salida era 1.500– y encontrarte con que es un Caravaggio es un de esas cosas que parece que solo pasan en las películas. Pero por poco no ha pasado en Madrid, donde el Ministerio de Cultura ha frenado a tiempo una subasta que podría haber sido recordada como una de las mayores pifias de los últimos tiempos. Al parecer era un secreto a voces que había un Caravaggio olvidado en España que podía acabar en manos de quien estuviese más avispado. Menos mal que, esta vez, ese ha sido el Gobierno.