Pues ya está. Hemos vuelto a liarla parda durante unas vacaciones y tenemos los contagios en constante aumento y la incidencia del virus, disparada. A casi doscientos. El efecto Semana Santa, vamos. Y ahora qué. Pues lo de siempre: lamentos, preocupación, llantos en algún caso, quizá algún arrepentimiento... y hasta la próxima, que volveremos a hacer exactamente lo mismo. Que no es que tengamos querencia a tropezar con la misma piedra, es que la vamos buscando. Y la OMS, que tiene que estar más que harta de regañarnos como si fuera una madre a la que sus hijos adolescentes ignoran descaradamente, intenta que nos entre en la cabeza que la existencia de vacunas no ha hecho que la pandemia termine mágicamente. Para empezar, porque la mayoría no estamos vacunados. Distancia de seguridad, mascarilla, cuarentena, rastreo... Es lo que funciona y lo sabemos. A ver si se nos pasa pronto esta rebeldía generalizada y entramos en razón. Que ya llevamos más de un año haciéndolo mal.