sí que están los ánimos calientes en la campaña madrileña. Tenemos balas en cartas amenazantes y candidatas que convierten debates en grescas tabernarias. Que Pablo Iglesias se levantase y se fuese después de que Rocío Monasterio pusiese en duda que la amenaza fuese real es lo más suave que podía pasar, visto el panorama. Como aquí nos pilla lejos, podemos disfrutar desde la distancia del folletín, reírnos del espectáculo bochornoso y asumir que cada uno hace su papel. Y el de Vox es escandalizar. Llamar la atención a base de barbaridades cuando no tiene nada interesante que aportar. Al debate en particular y a la política en general. Con el exvicepresidente como personaje ofendido –con razón–, a Gabilondo y Mónica García solo les queda ser los solidarios. Por humanidad, por sentido común y, un poco también, por hacer piña; que nunca se sabe con quién puedes acabar de aliado. Ayuso ni estaba. Ella juega en otra liga, aunque al final le toque bajar al plano terrenal y puede que incluso pactar con quien no quiera.