Los adjetivos con los que las acusaciones y defensas dibujaron ayer en la Audiencia coruñesa lo ocurrido la noche del 10 de julio de 2011 en la avenida de Ferrol de Pontedeume ya anticipan el sentido de sus posiciones. En esa calle fue encontrado de madrugada el cuerpo de Fernando Sánchez Grandal, un joven de 17 años que murió desangrado por una de las siete cuchilladas que minutos antes había recibido. Desde ayer, el autor confeso de esas cuchilladas y su esposa se enfrentan al juicio en el que un jurado deberá determinar qué calificativos se ajustan más a lo ocurrido, antes de absolver o condenar al matrimonio.
\“Desconcertado\”, \“aterrorizado\”, \“ofuscado\”... son algunos de los que utilizó ayer la Fiscalía para definir el ánimo del sexagenario que, según su propio testimonio, esgrimió un cuchillo jamonero contra el extraño que, afirma, se coló en su casa mientras dormía. \“Él me echó las manos al pescuezo y yo cogí el cuchillo. Lo que quería era separarlo\” manifestó el hombre, que asegura que ni llegó a ver la cara del intruso y tampoco percibió haberlo herido de gravedad. \“Ni me imaginé que había muerto, aunque sabía que le había pinchado\”, reconoció ante el tribunal ciudadano.
"Ruiditos"
Su esposa, que como él se enfrenta a una petición de 20 años de cárcel por asesinato –tal como reclama la familia de la víctima– ofrece más detalles de lo que, según el relato que sostiene el matrimonio y apoya la Fiscalía, ocurrió en el domicilio. \“Mi marido dormía pero yo no conseguía conciliar el sueño. Entonces empiezo a sentir ruiditos en la puerta, pero creí que eran los gatos. No sé si ruido de llaves\”.
En su reconstrucción, es ella quien se percata de la presencia del extraño y quien le facilita al agresor el arma.
Según expone, ella está presente durante toda la secuencia de los hechos, si bien apenas puede ver al desconocido, puesto que la casa está casi completamente a oscuras, a excepción de la luz del pasillo. \“Él intentaba agarrarlo y lo empuja contra el marco de la puerta. Mi marido se defendía. (...) No por mí, porque yo estaba apartada, pero temí por su vida\”, asegura.
Como su compañero, la mujer niega que conociera de nada al fallecido y, de igual modo, rechaza que el \“forcejeo\” tuviera visos de terminar en desgracia. \“Nunca creí que iba herido de muerte\”, afirmó ayer, después de recordar que aunque el joven sangraba, únicamente dejó \“unas gotas\” tras de sí. \“Escapó como un loco. Tiró una mesita y subió al fregadero de un salto. Parecía un lince\”, rememoró. También recuerda las únicas palabras que salieron de su boca: \“esta me la vais a pagar\”
En su versión no hay explicación a lo que el joven había ido a buscar a la casa y sí la hay al hecho de que ninguno de los dos alertara a emergencias. \“Mi marido estaba tan nervioso que ni llamar podía\”, argumentó ayer, y lo mismo dijo su pareja: \“No creí que fuera de tanta gravedad\”.
El relato, no obstante, no convence a las tres acusaciones que representan a los padres y las hermanas de la víctima. Son las únicas que solicitan la condena, ya que, al revés que la fiscal y la defensa, descartan que los agresores actuaran movidos por un \“miedo insuperable\” al no saber ni las intenciones ni la actitud del desconocido y amparados por el derecho de legítima defensa.
"Desproporcionado"
En su caso, hablan de una agresión \“virulenta\”, y de un ataque \“durísimo\” y \“desproporcionado\”, si se tiene en cuenta que el rival era un adolescente desarmado. \“Los hechos no ocurrieron como dicen los acusados\”, formuló uno de los letrados, que no encuentra explicación a que el menor entrara en una casa ajena \“vestido de blanco\” y con los dos móviles conectados.
Las tres acusaciones concuerdan en denunciar que el ataque \“pudo evitarse\” y que el matrimonio \“se preparó una coartada y limpió la escena\”, antes de alertar a la Guardia Civil, 45 minutos más tarde. \“Lo peor es que se le deja sin auxilio, se le deja sangrar\”, alegó otro de los abogados, que tampoco entiende las tres llamadas que los sexagenarios intercambiaron con su yerno, guardia civil de tráfico.
Según consta en los escritos de acusación y defensa, él fue el primero en llegar a la casa, y en censurar que la propietaria hubiera limpiado el suelo y el cuchillo de sangre. \“Soy muy pulcra, demasiado, en mi casa se puede comer en el suelo –se excusó ayer la acusada–, pero jamás de los jamases quise ocultar pruebas. Lo juro por Dios\”.