“Cuando me di cuenta ya estaban muertos”, declara el autor confeso del doble crimen de Monte Alto

“Cuando me di cuenta ya estaban muertos”, declara el autor confeso del doble crimen           de Monte Alto
javier estrada asegura que se entregã³ al darse cuenta de lo que habã­a hecho javier alborã©s

Apenas puede o quiere recordar los meses que convivió con Álex y Adrián Bergantiños antes de matarlos a golpes un domingo de agosto de 2011. Pero Javier Estrada, el autor confeso del crimen de los dos niños, sí tiene memoria para evocar su infancia, cuando su padre le pegaba \“con el cinto\”, y eso le da argumentos para negar los malos tratos a los dos mellizos, hijos de su pareja, a los que cuidó durante aquel año: \“Yo pasé por eso, me lo hacían a mí y yo no lo hacía\”.

Pero las lagunas vuelven cuando se trata de reconstruir la jornada del 21 de agosto, que puede costarle una condena de más de 50 años y por la que desde ayer se enfrenta, junto a la madre de los fallecidos, a juicio por asesinato y malos tratos habituales en la Audiencia Provincial. \“No sabía lo que hacía, no podía controlarme\”, se defendió el treintañero, que apenas da detalles de cómo golpeó a los niños en la cabeza hasta romper dos tablones de madera, para luego rematarlos con el soporte metálico de un sillín de bicicleta.

Sus respuestas, monosílabas en su mayoría, solo se extienden a la hora de rememorar el momento de entregarse a las autoridades. \“No sabía lo que hacía en ese momento; cuando me di cuenta ya estaban muertos\”, declaró ayer, sin querer dar detalles de la secuencia del ataque, que comenzó cuando los mellizos se burlaron de él mientras intentaba enseñarles a entender el reloj.

Las palabras, un hilo de voz, vuelven al acusado cuando recuerda que fue él mismo quien avisó de lo ocurrido: \“Cuando los vi muertos fui a la Policía, a que me llevaran a la cárcel\”.

arrepentido

Curiosamente, el doble asesinato es, de todos los aspectos que rodean la vida de los mellizos, el único aspecto que no deja lugar a la elucubración de cara a la sentencia. El mismo Estrada se inculpó al llamar a la Policía Local para dar cuenta de la existencia de \“dos niños muertos\”, y una somera mirada al piso de la calle de Andrés Antelo basta para intuir la brutalidad de la agresión.

El tribunal de la sección segunda de la Audiencia sí tiene margen, en cambio, para decidir si su confesión supuso un arrepentimiento, una cuestión a la que el joven respondió en el momento de su detención, al decir a los agentes que \“no se arrepentía de lo que había hecho y le parecía justo\”. Más adelante, ya en la fase de instrucción se enmendaría al matizar que \“no se había arrepentido, pero luego se arrepintió\”.

Su defensa usa este argumento, pero sobre todo sus antecedentes psiquiátricos, para sostener que aquella tarde no pudo controlar sus impulsos ante el mal comportamiento de los dos niños, a los que su propia madre define como \“muy inquietos\”. Atendiendo a su depresión crónica, de la que estaba a tratamiento, a los rasgos esquizoides de su personalidad, que puede vincularse a la esquizofrenia que padecen su madre y su hermano, su abogada apuesta por su reclusión en un centro psiquiátrico por seis años como condena al doble asesinato.

Otra cosa es lo que demandan las acusaciones –la Fiscalía, el padre biológico de los fallecidos, y la asociación Clara Campoamor como acusación popular–, que encuadran la brutal paliza en un clima de maltrato habitual donde los dos pequeños (de diez años) sufrieron reiterados golpes, empujones, insultos, tanto a manos de su asesino como de su propia madre.

A esclarecer el tipo de vida que llevaban los niños se dirigió buena parte del interrogatorio al que fue sometido ayer el autor confeso del crimen, que acabó por desvincular a la madre de los menores de su muerte. ¿Influyó ella en lo que hizo?, ¿La vio pegarles?, le preguntó el letrado que la representa: \“No\”.

descendencia

De sus escuetas respuestas cabe extraer algunas conclusiones, como que la convivencia entre la pareja y los niños era \“regular\” por los problemas de conducta (uno de los menores tenía una minusvalía del 52% por un retraso mental) .

\“Sí\” se fue de casa en varias ocasiones a causa de sus problemas mentales –\“estaba mal, explicó, para luego admitir que volvió \“porque ella se lo pedía\”– y \“sí\” se encontraba a tratamiento por depresión. Con afirmaciones respondió también a las preguntas de si tenía intención de concebir un hijo propio con la madre de los mellizos, si planeaban un tratamiento de inseminación y si la elección de un donante de esperma tuvo que ver con los problemas mentales que le afectaban, tanto a él como a otros miembros de su familia, que pretendían evitar al descendiente.

Un nuevo asentimiento de cabeza le sirvió para confirmar que la pareja había hablado de que los mellizos pudieran hacer daño al bebé que pensaban tener. Pero el \“sí\” se transformó en \“no\” o \“no recuerdo\” en las cuestiones sobre el carácter agresivo de uno de los mellizos o el retraso mental de su hermano. Tendría que ser la madre, durante su declaración posterior como coacusada, la que daría más pistas sobre los problemas de los niños: \“Eran bastante revoltosos, rompían con las cosas, no me obedecían y había problemas en el colegio\”.

Del interrogatorio de la mujer se obtiene otro dato: los niños \“querían\” a su compañero (incluso le llamaban \“papuchi\”), y él se preocupaba por ellos y por su educación. Pasaba bastante tiempo con ellos y acudía a las visitas médicas, a las sesiones con la psicóloga que los trataba en el centro de salud mental infantil Ponte Anido o a los encuentros en el colegio. Y \“los llevaba al parque, a la playa...\”. También \“les reñía, les decía que no se portaran mal, los castigaba\”. Pero no los agredía ni insultaba, como tampoco ella. Incluso cuando se veían \“desbordados\” por ellos.

“Cuando me di cuenta ya estaban muertos”, declara el autor confeso del doble crimen de Monte Alto

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