En tres momentos de su declaración institucional sobre los indultos aprobados y hasta en cinco en el artículo por él firmado en su periódico de cabecera, Pedro Sánchez se ha referido estos días a la concordia y la convivencia como elementos sustentadores o ideas fuerza de la medida de gracia acordada para con los nueve condenados por el golpe de septiembre y octubre de 2017 en Cataluña que a ratos permanecían en prisión.
Unos indultos justificados por razones de “utilidad pública”, que se producen a menos de cuatro años de lo allí sucedido; que los agraciados no sólo no han pedido, sino que los rechazan; de cuyos comportamientos no sólo no se arrepienten, sino que se reafirman cada vez con más intensidad, como en la fiesta espectáculo de su fulminante formal salida de prisión.
Desde instancias monclovitas y aledaños se anuncian nuevos tiempos, nuevos caminos, un nuevo proyecto de futuro para España, un pase de página. “No se trata –ha dicho Sánchez- de empezar de cero, sino de empezar de nuevo”.
Todo muy nuevo. ¿Pero hacia dónde? Es la gran pregunta, sobre la que el presidente no sólo no ha dado hasta el momento la más mínima pista, sino más bien alguna huella o rastro que despìsta. Y es que no termina de verse cómo pretende dar salida al llamado conflicto catalán en el marco del pacto constitucional del 78 y del Estatuto de autonomía, tal como le adelantó a Rufián en la sesión de control al Gobierno del miércoles.
Creer que a estas alturas el independentismo va a entrar por ese aro, es vivir fuera de la realidad. Creer en verdad que éste se va a contentar con pequeños avances identitarios y con una eventual lluvia de nuevas infraestructuras y dineros, no es de recibo. Tal vez se amansarían los empresarios, pero el secesionismo, no. Ni Moncloa ni Ferraz son tan ingenuos.
¿O son más bien ganas de dejar pasar el tiempo mareando la perdiz hasta las próximas elecciones generales de dentro de un par de años, que es el tiempo que se han autodado las partes para llegar a algún acuerdo? Quizás. Eso le permitirá terminar tranquilamente la legislatura. Y después, dios dirá. Sánchez no es hombre de largos vuelos.
Esto, pues, no ha hecho más que empezar. Los indultos son el punto de partida, el regalo, para la negociación política en la llamada mesa de diálogo con la Generalidad. Lo que pueda dar de sí este “postprocés” nadie lo sabe.
De momento ha desencadenado una especie de “efecto dominó”: ya el PNV se ha sumado a la carga y da así mismo un bienio para que el País Vasco sea reconocido como nación. Bilateralidad y un sistema de garantías para resolver conflictos entran también en la reivindicación.
Para los constitucionalistas queda -me parece- mucha nueva “foto de Colón”. Todo muy nuevo, pero muy sombrío.