El Partido Comunista de China (PCCh) cumplió el pasado dia 1 cien años. Y al decir de corresponsales y observadores internacionales, lo hizo en buena forma. Como cualquier centenario orgulloso, aprovechó su gran fiesta de cumpleaños para echar la vista atrás y repasar ante los 70.000 asistentes sus logros más espectaculares.
No se olvidó de mencionar algunos malos momentos. Pero sólo para resaltar que ya han sido superados gracias a su esfuerzo y liderazgo; plantear un futuro brillante en el que cumplir el sueño de convertir al país en una potencia fuerte y próspera, y lanzar un aviso a navegantes: quien se interponga en su camino pagará las consecuencias.
El tono desafiante dominó a lo largo y ancho de la ceremonia. Aunque sin citar a Estados Unidos, convertido ya en un rival sistémico, ni a otros países occidentales, donde crece la desconfianza ante el gigante asiático, el hoy máximo líder del PPCh, Xi Jinping, 68 años, y presidente de la República Popular China desde 2013, fue taxativo al respecto; “Nunca permitiremos que una fuerza extranjera nos hostigue, oprima y subyugue”.
El escenario estaba cargado de simbolismo e historia. La puerta de Tiananmén desde donde Xi se dirigió al público y a la nación, era el mismo lugar desde donde Mao Zedong, el Gran Timonel, proclamó hace setenta y dos años (1.10.1949) la República Popular de China y anunció a los cuatro vientos que “el pueblo chino se ha levantado”.
Y aunque la China de hoy nada tiene que ver con la de Mao, el recuerdo de entonces le sirvió a Xi para reiterar otro de los grandes ejes de su discurso: “El auge de China es irreversible”. China, en efecto, ha despegado: con un régimen comunista políticamente férreo ha logrado un fascinante despegue económico. Ha pasado de fabricar a inventar; del made in China al invented in China.
El Banco Mundial ha resumido tal crecimiento en una frase: “Ha logrado en una generación lo que a la mayoría de los países les ha costado siglos”. Hoy es la segunda economía del mundo y aspira a ser la primera dentro de 25/30 años. No es descartable. Desde este punto de vista, Rusia no existe y Japón quedó atrás.
Estados Unidos sigue siendo la primera potencia tecnológica. Pero el progreso de China en este sector decisivo del poder económico y geopolítico no ha sido menos espectacular que el de su PIB. Hace un par de años sonaron las alarmas en Washington cuando quedó claro que una empresa china, Huawei, había tomado la delantera en 5G, una tecnología decisiva.
Así, pues, resulta evidente que el desarrollo de la relación entre Estados Unidos y China tendrá un papel decisivo sobre la paz y bienestar mundial. No son descartables entendimientos básicos. Porque, guste o no guste, el mundo unipolar ha quedado relegado al pasado.