Los mensajes tranquilizadores de los talibanes en su entrada en Kabul recuerdan aquellos de Franco instando a los republicanos a rendirse, o más tarde, al retorno a España, a su España demediada, de los atrapados en los terribles campos franceses de concentración: “Nada han de temer quienes no tengan las manos manchadas de sangre”. Pese a que la barbarie franquista, como la talibán, acreditada por tantos crímenes y tanta represión, precedía a su victoria militar, muchos quisieron creer, hartos de guerra y sufrimiento, el mensaje clemente, y lo pagaron con la vida, con el trabajo esclavo o con años de prisión.
Por un tácito e infame acuerdo con las grandes potencias, los talibanes han recuperado el poder una vez que tras veinte años de corrupción y pillaje de los gobiernos y los contratistas amparados por Estados Unidos, que no de democracia, no quedaba en la arcas del eternamente fallido estado ni para un poco de munición con que defender su capital, siquiera para cubrir la huída de cuantos, sin tener las manos manchadas de sangre, para los talibanes es como si las tuvieran: maestros, periodistas, intelectuales, mujeres, niñas... Y allí quedan, escondidos, suspensos y aterrados, queriendo y no pudiendo confiar en los falsos mensajes talibanes de conciliación, apurando las horas de incierta tregua hasta la partida del último helicóptero, del último avión, del último corresponsal extranjero.
Se sabe que en las zonas del país que han ido conquistando los talibanes, éstos han ido repartiéndose, como botín de guerra, premio al combatiente y anuncio de lo venidero, a las chicas jóvenes y a las mujeres solteras, y también que lo primero que han hecho nada más entrar en Kabul ha sido emborronar los carteles publicitarios donde aparecen mujeres sin burka y los escaparates de las tiendas de vestidos de novia. Pero la “diplomacia” talibán ha hecho bien su trabajo, y rusos, chinos y americanos, que han estado reuniéndose con los mulás y ultimando los detalles de su retorno al poder, han decidido creerse, por interés puro y duro de cada uno de ellos, el mensaje pastueño de esos clérigos salvajes y dementes.
Cuando salga de Kabul el último avión, empezará el baño de sangre. Según los expertos, éstos talibanes de ahora son aún más fanáticos y violentos que los que amputaban miembros y destruian la cultura del pueblo afgano y el patrimonio de la Humanidad. Ninguna de sus víctimas, ya en capilla, tiene las manos manchadas de sangre, pero eso no les salvará.