La obra de la plaza de Padre Rubinos se alarga más de lo esperado y los vecinos están incómodos por las molestias que conlleva. Desde hace más de una semana, una valla obliga a los viandantes a rodear la zona para continuar su camino por la ronda de Outeiro, por lo que pierden más tiempo y no pueden mantener la distancia de seguridad mientras realizan el recorrido.
El presidente de Distrito Mallos, José Salgado, relata, además, que hay gente que sale del aparcamiento subterráneo por la rampa de acceso por tener carritos de bebés y, si bien antes podían incorporarse a la acera, ahora esta valla de desvío provisional se lo impide. “Es peligroso y tenemos miedo de que algún día pase algo, porque al salir solo pueden continuar por la carretera”, dice.
Las obras “ya tenían que estar acabadas”, asegura, pero el hecho de que al inicio de los trabajos los operarios se encontrasen la canalización en mal estado provocó un retraso. De forma diaria, añade que “tan solo se ven dos o tres operarios por allí, pero no vemos ningún tipo de movimiento y esto se está eternizando”. Eso sí, “echan cemento y más cemento, porque hasta ahora es lo único que hemos visto”.
Otro de los asuntos que mantiene en vilo a los residentes de la zona es lo que parece “una falta de árboles en la futura plaza”.
Si bien el proyecto inicial planteaba una zona verde en la explanada (nada indica que esto haya cambiado), hasta el momento no parece haber señales de que esto se llevará a cabo. “Es una explanada de cemento y vemos cubos en el suelo. No sabemos si se plantarán árboles en ellos pero con ese espacio poca raíz van a poder sacar”, dice Salgado. Esto supondría un problema para los vecinos, sobre todo para la gente mayor del barrio. “Los mayores necesitan árboles para poder taparse del sol y antes había una gran arboleda que conformaba un sitio muy acogedor”, explica el presidente de Distrito Mallos.
Si las obras tardan mucho más, considera, la gente de edad avanzada no tendrá sitio donde descansar o tomar el sol en la zona. “Antes iban allí, se sentaban y pasaban un rato agradable, pero ahora tan solo hay dos o tres bancos por el barrio, todos ellos, además, con una gran separación entre sí, por lo que no es posible hablar con otras personas”.