Se va con un nivel de popularidad que roza el 70%. Se retira de la política después de haber marcado el paso al conjunto de Europa durante 16 años, como ningún otro político lo ha hecho. La canciller ha gestionado todas las últimas crisis que han marcado la UE durante casi dos décadas. Se enfrentó -entre otras- a la crisis financiera, a la del euro, a la crisis migratoria, al Brexit, a la pandemia y -a un mes del fin de su mandato- a la de Afganistán, dando por rematada la participación germana en una intervención militar de 20 años y que ha supuesto para los alemanes más de doce mil millones de euros.
Se acaba la llamada era Merkel. La elección del próximo canciller determina no sólo el futuro alemán sino el de toda Europa. Queramos o no, es la potencia económica del viejo continente y los enormes desafíos que se plantean en gran parte se resuelven en Berlín.
Lo saben todos los jefes de gobierno que se han sentado a negociar con ella todos estos años. Y no son pocos: cuatro presidentes franceses, cinco primeros ministros británicos, cuatro presidentes de Estados Unidos y ocho primeros ministros de Italia. También coincidió con los españoles Zapatero, Rajoy, Sánchez.
Durante mucho tiempo tanto sus homólogos como los propios medios de comunicación ignoraron su condición femenina. Ella nunca abanderó ninguna causa feminista; es más, frenó en múltiples ocasiones medidas como las cuotas y raras veces mencionó la desigualdad de género, si bien su postura ha evolucionado en los últimos años y se ha sumado a la necesidad de incluir la paridad como un elemento vertebrador de las democracias europeas. A finales de 2018 habló de la igualdad como “un tema elemental para nuestra democracia” y ha reconocido que “muchas políticas todavía hoy son objeto de abuso verbal, amenazas e incluso odio descarado”
Pero, a pesar de estas declaraciones de su última etapa, hay que reconocer que la igualdad o el feminismo no han sido su fuerte y que es su pragmatismo económico el que, probablemente, marque la historia política del continente.
A pesar de ello, es sin duda una líder que ha dado el ejemplo (tal vez sin quererlo) a millones de mujeres en el mundo y, sobre todo, ha demostrado que no existen limitaciones de ninguna naturaleza para el ejercicio del poder político por parte de las mujeres. ¿Cómo habría reaccionado Merkel al desaire que le hizo Erdogan a Van der Leyen, dejándole sin silla? Es muy probable que el líder turco no se hubiese atrevido a hacer algo así con la canciller.
Me quedo con su infatigable capacidad de negociación y de ejercicio firme a la vez que sutil del poder. Con su franqueza y falta de demagogia, ese virus que arrasa entre los políticos de nueva generación. Se le ha reprochado frialdad; yo agradezco su falta de ostentación, su discreción y su sentido de la responsabilidad.
Sin lugar a duda ha superado con creces a quien le abrió las puertas de la política, Helmut Khol. Él se tuvo que ir por la puerta de atrás con la sombra de la corrupción tras sus talones. Ella se va por la puerta grande y es muy probable que su sombra perdure aún muchos años.